Marín innovó en el turismo de masas con el baño de otoño para «poubanos»

Marcos Gago Otero
marcos gago MARÍN / LA VOZ

PONTEVEDRA

CEDIDA

La villa portuaria mantuvo su tirón como corazón turístico de la ría hasta mediados del siglo pasado

18 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Marín fue hace cien años el corazón turístico de la ría, lugar de esparcimiento estival para la alta sociedad pontevedresa y la naciente clase media, y destino para las clases más populares ya empezado septiembre. En la actualidad, el presente industrial y portuario de la villa ha eclipsado ese pasado del que solo quedan en pie algún que otro chalé en Cantodarea -Villa Echegaray, el más emblemático, desapareció hace unos veinte años-.

En las décadas finales del siglo XIX y principios del XX, podría decirse que Marín innovó con el turismo de masas. No es que llegasen miles de visitantes como lo hacen hoy a referencias turísticas como Sanxenxo, O Grove y Baiona -entre otras cosas porque no había vacaciones pagadas ni coches-, pero sí se constata la presencia de cientos de personas por septiembre, «a tomar los baños» como se decía entonces. No esperen la palabra turista, no se usaba. En su lugar utilice bañistas. En Marín, no obstante, la gente de la villa los conocía por otro nombre, los poubanos, término con el que definían a la gente de las aldeas y que al final del verano o principios del otoño acudía para disfrutar de una estancia de varios días en la costa.

Las vacaciones de aquella época, como la actual, tenían sus diferencias, según el poder adquisitivo de cada uno. Las clases pudientes se alojaban en sus propias casas que, a modo de segunda vivienda, se construyeron en primera fila de playa, en Cantodarea y A Mouta. En los años veinte se marcharon a otros lugares, según las fábricas de salazón iban aumentando en número -los poubanos pervivieron más tiempo-. Sus idas y venidas en cada temporada aparecían reflejadas en la prensa como hitos de la semana. Fue para atender a esta clientela más pudiente por lo que se construyó en Os Praceres un hotel, cuya estructura subsiste en el colegio del Sagrado Corazón.

Este turismo de dinero era el principal usuario de la casa de baños, que servía a modo de local de talasoterapia, a la medida de finales del XIX, y permitía el acceso a habitaciones cerradas, con bañera, que se surtían de agua del mar.

El pueblo llano, se alojaba en las viviendas de los vecinos, que así lograban un ingreso extra. Algunos de los poubanos, que llegaban de lugares tan lejanos como Soutelo de Montes u O Carballiño, podían permitirse ir a la casa de baños. Otros, la mayoría, lo hacían en la playa. Eso sí, siguiendo los cánones del momento, separados por sexos. Primero, el Carreiro das Mulleres, más lejos el Carreiro dos Homes, separados por rocas y de tal forma que los unos no podían ver a los otros. En el femenino había hasta bien entrado el siglo casetas para que se pudiesen poner un bañador que les tapaba todo. Los dos arenales, desaparecidos en la actualidad, estaban ubicados antes de Portocelo, una playa casi desértica para el baño y que los vecinos utilizaban para dejar varadas chalanas y redes, una estampa imposible cien años después.