«Al principio las niñas lloraban, pero poco a poco la herida se va cerrando»

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

No puede ni decir su nombre. Pero sí contar su historia; es la de un padre inmigrante recién llegado a Pontevedra

05 jun 2019 . Actualizado a las 10:12 h.

Las oenegés de Pontevedra están comprobando cómo la demanda de alimentos y otro tipo de ayuda aumenta por la llegada de inmigrantes, sobre todo de Venezuela y sus países limítrofes. Algunas dan cifras llamativas, como el comedor social de San Francisco, donde pasaron de comer tres o cuatro personas de Sudamérica a acudir cada día 25 o 30. Detrás de esos números y de esa realidad hay historias como la de un padre peruano que ayer participaba en unas jornadas formativas de la asociación Boa Vida. Obvia su nombre porque su situación en España, como la de otros muchos, todavía esá en vías de regularizarse.

A este hombre, que es padre de dos hijas y que llegó con ellas y con su mujer desde Lima a la comarca de Pontevedra hace solo cuatro meses, se le pone una sonrisa al preguntarle por su tierra. Pero el gesto de alegría dura poco, su rostro se pone serio en cuanto recuerda lo difícil que se pusieron las cosas para la familia en Perú, donde la empresa que él montó para vender material de seguridad laboral fracasó «y no aparecía más trabajo». Decidieron venir a Galicia y concretamente a Pontevedra porque aquí vivía un familiar que estaba dispuesto a echarles una mano. Así lo hizo. Fue el clavo ardiendo al que agarrarse. Él no encontró trabajo todavía, pero su mujer sí se empleó como limpiadora. Lo más duro, de momento, no es la supervivencia económica.

De momento, lo que más duele es el corazón. «Al principio las niñas lloraban, pero poco a poco la herida se va cerrando. Estaban muy unidas a su abuela y es duro dejar atrás a toda la familia, a toda tu gente... supongo que viviremos con esa cicatriz. Pero espero que no sea una herida», señalaba casi entre susurros.

Primero, como voluntario

Su sueño gallego está claro. Quiere trabajar y que la familia pueda salir adelante. De momento, y mientras regulariza la situación, ha topado un apoyo en Boa Vida. Lo que hace este colectivo es formar voluntarios, que por ejemplo trabajan en su tienda de ropa o almacén -donde vende ropa y todo tipo de artículos donados-, y cobran una cuantía mínima, para que puedan ir tirando mientras buscan empleo. Ayer Pepa Vázquez, trabajadora social, fue la encargada de la formación. Y de dejarle claro a los recién llegados que no están solos.