El Peixe sale del agua y se viste de oro

C. Pereiro MARÍN / LA VOZ

PONTEVEDRA

Capotillo

LEB Plata Los marinenses firmaron un partido ejemplar y estratégico, a la par que valiente

25 may 2019 . Actualizado a las 22:21 h.

Dos partidos excepcionales. Puro nervio. El Peixe vuelve a ser de oro. Lo hizo cuando pocos contaban con él, justo en el momento en el que Marín no dejaba de contar. Los de Llorente supieron qué hacer en casa y a domicilio, cirujanos de la cancha, vestirán de dorado el curso que viene.

El examen era difícil y cuando no hay recuperación cada oportunidad simula ser última; quizás por eso el primer cuarto transcurrió con una calma relativa para ambas escuadras. Villarrobledo metías las suyas, Peixe las propias. Una especie de alternancia suave, con algún fallo más evidente por parte de los visitantes, al notar la presión de la grada, aunque supo trabajarse un inicio eficaz.

Cuando uno no necesita ganar y cuenta con un colchón de dieciséis puntos sabe que puede permitirse mirar hacia el reloj y pedir tranquilidad. Las únicas prisas en Villarrobledo eran las del equipo local y las agujas se clavaban a cada poco en los brazos de sus jugadores.

El buen comienzo de los marinenses se vio enturbiado, eso sí, por momentos de desconexión endiablados. Quizás el más vívido aconteció durante el segundo cuarto, cuando el Villarrobledo se puso a trece puntos por encima.

En todas las batallas hay un momento crítico. Uno en el que además de talento y esfuerzo, se necesita algo de fe. Solo así se explica que el Peixe consiguiera no hundirse en esa dinámica que parecía arrastrarlo al fondo del hoyo. A robarle un ascenso que desde Marín se quería celebrar frente a una pantalla instalada en su Alameda.

Despertaron del letargo los azules. Nadie recorre 760 kilómetros para ahogarse en el segundo cuarto. Menos el Peixe. A contracorriente estiraron aletas, salieron a la superficie y tomaron aire. Orellano fue uno de los pulmones para ello, pero fue Pablo González el que metió ese triple con forma de torpedo hacia el casco de una fragata de combate que parecía el Villarrobledo, abriendo una brecha muy hiriente, en el último segundo antes del descanso.

La fe y el esfuerzo

A veces, como en el boxeo, basta un buen golpe. Los locales quedaron noqueados, casi irreconocibles tras verse en la tesitura de haber rozado la remontada y ahora debían volver a escalar la montaña de lo conseguido por el Peixe en A Raña.

Los de Llorente comenzaron a trabajar en equipo, supliendo la ausencia inexplicable de un Jordan Gregory que siempre está ahí pero que ayer, aunque sí estaba su cuerpo, no aparecían sus increíbles puntos. El de Colorado tuvo que esperar hasta la mitad del tercer cuarto para estrenarse.

Le tocó a Badmus vestirse de héroe. Ya lo hiciera en el partido en casa. El irlandés ha visto recompensado el trabajo de toda una temporada a través de dos partidos geniales, un par de encuentros en los que se ha puesto la capa roja -el traje azul va de serie- y asaltar el área rival como un meteoro si se le daba el espacio mínimo. Orellano y Sevillano secundaban la ofensiva. Romero, el mago canario, también se antojó más que necesario ante una defensa local fuerte, casi infranqueable.

Doloroso fue ver la falta de precisión total en los tiros libres por parte de varios de los jugadores del Peixe. Vashil, que demostró ser una pieza muy valiosa sobre la cancha, tiró más piedras que balones hacia el aro, pero el conjunto es lo que cuenta, a fin de cuentas.

El Peixe pasó en el tercer cuarto de soñar con perder de poco, a ganar con lo que fuera. A falta de dos minutos para el final de este período, las tablas volvían al luminoso y con ello la sonrisa a los jugadores de Javi Llorente, en la orilla de la pista, comandando y pidiendo calma a unos gladiadores que tenían delante al que fuera su némesis esta temporada, al que no pudieran hacerle frente en ninguno de los encuentros antes de la fase final de ascenso, pero que ahora estaba tambaleándose ante sus branquias.

Pero los partidos duran lo que duran y en el último cuarto a los de Villarrobledo les empezaron a entrar todos los triples que no habían logrado -llegaron a tener un 25 % de acierto desde esta distancia-. El Peixe quería mostrarse inamovible ante los nervios, pero le empezaban a pasar factura. Hubo errores y se pagaron caros, y los rivales se pudieron a diez de nuevo por encima. Y tenían tiempo para sacar un billete dorado que habían buscado toda la temporada. Es muy probable que en estos dos encuentros se haya visto la peor versión del equipo de Albacete, para su desgracia.

A falta de un minuto, las cosas estaban así: 10 por encima el Villarrobledo, posesión azul. Romero maneja el balón y estira todo lo que puede el cronómetro. El canario juega con ello, sabe cómo hacerlo y el equipo fuerza las faltas. Trabajo de estrategia impecable ante la desesperación de la grada local. Segundos después, Sevillano bajo el aro sentenciaría el partido.

No hay tiempo para más. El equipo que partía como favorito en la eliminatoria lo intentaba de tres pero fallaba. Se acababa el encuentro, aunque el reloj seguía corriendo. El técnico local, Manuel Jiménez avanza por la grada y estrecha la mano de Llorente. Los jugadores se abrazan a sabiendas de que esto ya ha acabado. Gregory lanza la pelota hacia arriba. Nadie la recoge. El Peixe acaba de ascender.