La sorpresa de un militar de la Brilat recién llegado de Mali a su hijo de 9 años

Alfredo López Penide
López Penide BARRO / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro / López Penide

Javier García Crespo acudió al colegio de Barro donde estudia el pequeño tras estar los últimos seis meses desplegado en el país aficano

23 may 2019 . Actualizado a las 13:35 h.

Nueve y media de la mañana de este miércoles. Los pequeños de cuarto curso del colegio Amor Ruibal de Barro, en la provincia de Pontevedra, asisten a clase, un aula en la que Manu, de apenas 9 años, cuenta las horas para reunirse con su padre. Los últimos seis meses Javier García Crespo estuvo desplegado, junto con un contingente de la Brilat, en Mali.

Manu está nervioso. Aunque no tiene claro el momento exacto en el que podrá ver a su padre, sabe que solo es cuestión de tiempo. Y de pronto, las puertas del aula se abren y la profesora anuncia una sorpresa. Transcurren unos segundo de tensa excitación y Javier García franquea la puerta. Asombrado, Manu solo atina a decir «hola, papá» antes de fundirse en un abrazo acompañado por los aplausos de sus compañeros, quienes, instantes después, comienzan a corear al unísono: «¡Manu! ¡Manu!».

Tras el emotivo encuentro, en el que no faltaron las lágrimas y hubo quien se asombró del tamaño de su barba, este condecorado soldado les explica detalles de la misión que le ha tenido medio año apartado de su hijo. «Fuimos allí a ayudar al ejército de Mali», remarcó antes de aludir a labor humanitaria y social que también realizaron los soldados pontevedreses. «Abrimos colegios, porque en África no todos los niños van al colegio y deberían ir todos».

De igual modo, les contrapuso la vida en Barro con lo que se encontraron los soldados al aterrizar en Mali. «Todos tenéis agua en casa, ¿a qué sí? Allí solo hay en el pueblo. Hace mucho calor, se alcanzaban los 40 grados y de ahí para arriba», apuntó ante unos boquiabiertos pequeños.

García Crespo les relató, asimismo, como la vida de la zona donde estuvieron desplegados está vinculada al Níger, un área «con mucha fruta, mucha riqueza, muchas vacas, muchas ovejas... Pero hay pueblos que están más separados del río y no tiene agua. El Estado español, junto con otros veintidós países de Europa, hace pozos. Cada vez que se inaugura uno es como una fiesta muy grande para ellos». «Es un país como era España hace muchos años. Vosotros no os acordáis, pero vuestros abuelos seguro que sí», incidió al respecto.

En lo que se mostraron algo discrepantes los pequeños fue cuando Javier García aseguró que «seis meses no dan para mucho».

Terrorismo

Durante los seis meses de misión, la Brilat tuvo que repeler un ataque terrorista, una situación que, por desgracia, no es nueva para García Crespo. En noviembre del 2006, apenas unos meses antes del atentado que le costó la vida a Idoia Rodríguez Buján, conducía un blindado cuando fue una de las víctimas del primer atentado suicida que sufrían las tropas españolas en Afganistán.

Iba en el primero de los BMR de un convoy compuesto por siete blindados que transitaba por la aldea de Aziz Abot, cerca del aeropuerto de Shindand. En un momento dado, un Toyota Corolla, se dirigió hacia ellos a gran velocidad. «El insurgente hizo explotar la carga antes de tiempo, justo enfrente del vehículo español», relataba David Beriain.

Fue una deflagración potente, pero la protección «resistió el impacto de la metralla». No ocurrió con la bola de fuego que «lamió la parte delantera del vehículo», ya que «se coló por algunas de las rendijas». García Crespo sufrió quemaduras en el rostro. En junio del 2015, nueve años después del atentado, fue homenajeado con la encomienda de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo.