El patrón de los grandes incendios de la provincia se repite de forma cíclica

Lars Christian Casares Berg
ch. casares PONTEVEDRA / LAVOZ

PONTEVEDRA

RAMON LEIRO

Un grupo de expertos trata de controlar la voracidad de los fuegos recurrentes

01 abr 2019 . Actualizado a las 15:22 h.

El verano actual dura cinco semanas más que hace cuarenta años. Se ha conocido el dato esta misma semana. Pero en las últimas cuatro décadas no ha cambiado solo la duración de la estación más seca y cálida. En Galicia, esto se ha acompañado de un cambio profundo en los usos del territorio, con un abandono cada vez más acentuado del campo y con las masas forestales descontroladas.

El resultado son incendios forestales cada vez más tempranos y en fechas poco usuales, como ha ocurrido la semana que ayer se cerró. ¿Es solo una impresión o hay datos que lo respalden? La Universidad de Vigo y la Diputación pusieron en marcha hace ahora un año un sistema de control de las superficies quemadas, de estudio de los comportamientos de los grandes incendios, y se ha constatado que el patrón de los grandes incendios, aquellos que por su intensidad escapan al control de los recursos de extinción, se repite. Mismo escenario, intensidades de fuego similares.

Los incendios parecen tener memoria y se comportan de forma cíclica en la provincia. El equipo de expertos convocado por la Diputación y la Universidad han podido comparar la superficie afectada, su gravedad y en qué punto se detuvo su avance, unos parámetros que permitirán conocer qué vegetación es la que mejor responde o establecer aquellos puntos en los que se tiene que actuar para minimizar daños. En la provincia de Pontevedra los fuegos de antaño mantienen un comportamiento similar a los que se registraron meses atrás. Por citar dos grandes oleadas de fuegos. Los del 2006 fueron muy similares a los del 2017.

Para atajar esta situación hay que poner en marcha un trabajo que debe ser además sostenido en el tiempo. Es un trabajo de décadas, se constata en las primeras conclusiones de los expertos. En este sentido, los primeros estudios apuntan a que es necesario romper el círculo vicioso de que los grandes incendios no solo repitan el mismo patrón, sino que se den en las mismas zonas de la provincia de forma cíclica. De cómo se lea cada incendio depende luego cómo actuar sobre el terreno para introducir los elementos que impidan que las llamas corran sin control por grandes zonas de la provincia sin que existan franjas de protección forestal que impidan su avance.

Sin embargo, no se trata solo de hacer cortafuegos o crear barreras de frondosas sin ton ni son. Porque se ha constatado que se debe estudiar sobre el terreno en cada caso cómo actuar. Se ha visto que los cortafuegos a veces son ineficaces por ser franjas demasiado escasas, pero también se ha observado que las franjas de frondosas en ocasiones eran demasiado amplias. No hay un catálogo infalible de aplicación, han concluido los expertos, pero sí se dispone ahora que empiezan a desatarse nuevamente incendios en la provincia de una herramienta que permite el estudio de los fuegos, su comportamiento sobre el terreno y cómo impedir que los incendios se conviertan en grandes fuegos sin control. Pero el trabajo, debe ser constante y prolongado en el tiempo.

«Pongamos un ejemplo -sugirió el director de la Escuela de Forestales, Juan Picos, en un reciente foro organizado por La Voz de Galicia-, si queremos lobo no podemos cargar el coste sobre el ganadero, si no no vamos a tener ni ganadero ni lobo». Al trasladar este caso al ámbito de la madera, aseguró se da el mismo caso, si hay un monte que no es rentable nadie lo cuidará. El quid de la cuestión es que la preservación del bosque sea rentable, de una u otra forma.

Pero expertos como Juan Picos y otros convocados por la Diputación recelan, sin embargo, de un especial intervencionismo como las figuras de la expropiación de superficies forestales. La mayor parte del monte gallego está en manos privadas, por lo que no queda otra alternativa que facilitar a estos propietarios un rendimiento económico de las superficies forestales. El monte que no arde es el rentable, pero esta rentabilidad no debe serlo a expensas del medio ambiente, apuntan.

En este punto conviene también, sostienen los expertos, implicar al consumidor, que reclame que los productos de madera lo sean de madera certificada. Es la única forma de que todo el ciclo sea respetuoso con el medio ambiente. Un monte sostenible y rentable.

Caja de ahorros

El problema se da cuando no se conoce al propietario o este ha abandonado el recurso forestal como una forma de invertir o de garantizarse unos ingresos para el futuro. De hecho, el monte gallego actuó durante mucho tiempo como una especie de fondo de inversión o depósito de ahorros de los habitantes del rural. Con el cambio de los hábitos, y el éxodo del rural a la ciudad, estas prácticas cambian, y el monte queda en un estado de abandono por parte de las nuevas generaciones de las familias propietarias.

¿Cómo hacer que estas familias vuelvan a ver el monte como un recurso económico que explotar? Fijándose en modelos exitosos. El grueso de las cortas de madera del año pasado se centraron en áreas costeras y el norte de las provincias de Lugo y A Coruña. El interior de la provincia de Pontevedra y sobre todo la provincia de Ourense son un recurso muy valioso aún por explotar, ya que de ahí solo procede el 5 % del valor de la madera que se consume al año.