«Nuestro producto puede competir tanto en calidad como en precio, y eso es muy atractivo»

r.e. VILAGARCÍA / LA VOZ

PONTEVEDRA

MARTINA MISER

31 mar 2019 . Actualizado a las 21:51 h.

Alba Sánchez acaba de incorporarse a las filas de Opmega, la principal organización de productores de mejillón de Galicia. La joven, que se formó para el comercio internacional, desembarcó en la central bateeira para hacer unas prácticas y, finalmente, se ha enrolado en las filas de un sector que lleva mucho tiempo intentando, sin éxito, abrir nuevos mercados para su producto. ¿Por qué no lo han logrado? Alba se piensa la respuesta unos instantes. «Este es un trabajo que no se hace en dos días, ni en dos meses. Desde que llegué aquí estoy contactando con distribuidores, con cadenas, enviando propuestas... Es un trabajo muy lento, y creo que hasta ahora se hacían intentos, pero no se les daba el tiempo necesario para madurar». Convencida de que la conquista de Europa debe planificarse sin pausa, pero tampoco sin excesivas prisas, Alba explica que Opmega ha puesto sus ojos en dos mercados que, aparentemente, no tienen mucho que ver entre sí. Uno, el portugués. «Evidentemente, por proximidad. Y por otro factor a tener en cuenta, que hay muchas cadenas de supermercados y de alimentación españolas que también tienen presencia en ese mercado». Así que llegar hasta él debería ser relativamente sencillo. Pero Europa es muy grande y muy atractiva para el sector del mejillón gallego. Aunque, paradójicamente, el foco de atención es uno de los países más pequeños del viejo continente: Bélgica. «En este caso, es un mercado m uy atractivo, porque es un gran consumidor de mejillón. Es como su plato nacional, como aquí en Galicia puede ser el pulpo», explica Alba. Claro que el bivalvo que le gusta a los belgas no tiene nada que ver con esas piezas de lujo que se cultivan en las rías gallegas: grandes, pletóricas de color. A ellos, el mejillón les gusta más bien pequeño, más bien pálido. La tradición es así, «y lo bueno es que nosotros nos podemos adaptar a sus necesidades y a sus gustos, porque en las rías, dependiendo de las zonas y de la forma de trabajar las bateas, podemos hacer mejillón más grande o más pequeño». Así que, al menos por esa parte, no habría problema alguno. El problema, razona Alba, está en conseguir abrir un hueco en el mercado «para posicionar un producto nuevo, una variedad nueva, que puede competir tanto en calidad como en precio, y eso es algo muy atractivo».