«Mi madre me decía que no fuese a estudiar, que no dejase solo a mi marido. Ahora ya lo entiende»

La Voz

PONTEVEDRA

CAPOTILLO

18 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia de Sara Díaz, vecina de Monte Porreiro y de 37 años, es otro de esos ejemplos de que querer siempre es poder. Gitana, casada y madre de un niño, está estudiando un ciclo medio de Parafarmacia y Farmacia en el IES Montecelo. Empezó haciéndolo para tratar de buscar una salida laboral. Pero reconoce que haberse puesto a estudiar le ha dado muchas más alegrías: «El saber no ocupa lugar. El saber es una maravilla. Dejar de ser ignorante en algunas cosas, ir aprendiendo poco a poco... eso no hay dinero que lo pague», afirma.

Sara, de adolescente, abandonó muy pronto los estudios. No busca culpables, pero reflexiona: «Si hubiese querido seguro que hubiese estudiado. Pero en aquel momento no me daba cuenta de lo importante que era tener formación. Tenía compañeras payas a las que sus padres les reñían o las castigaban si suspendían, en mi casa no me exigían estudiar, no tenía importancia. Pero no puedo culpar a mis padres, la principal responsable fui yo».

Se prometió con su novio a los 19 años y un poco más tarde se casó. La primera vez que se dio cuenta de que estudiar abría muchas puertas fue cuando participó en un taller de empleo de jardinería. Trabajó luego en un supermercado y comprobó que sí o sí tenía que formarse. No fue fácil dar el paso: «Mi madre me decía que no fuese a estudiar, que no dejase solo a mi marido. Ahora ya lo entiende, pero al principio...». A su marido le costó menos hacerse a la idea. La apoyó.

Empezó por el graduado, luego la ESO y, finalmente, entró en el mundo de la formación profesional. Inició un ciclo de administrativo, pero tuvo un accidente de coche grave y lo acabó dejando. El año pasado se matriculó en el de Farmacia. Logró superar el primer curso. Y está con el segundo. «Es difícil, pero lo intento con todas las ganas», dice.

Sara, que cobra una Risga, desea que el ciclo le abra las puertas del empleo. De momento, le ha servido para darle ejemplo a su hijo. Y eso le hace sentirse orgullosa. Con sonrisa, cuenta lo que le dice el rapaz: «No entiende por qué su madre, siendo gitana, le insiste tanto en que tiene que estudiar. Pero conmigo la lleva clara, le insisto a diario».