Alumno y maestro del atletismo

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

José Antonio Pardal empezó con 17 años, y tomando unos pinchos tras un maratón nació un club histórico

11 mar 2019 . Actualizado a las 10:20 h.

José Antonio Pardal recuerda que cuando era un chaval y corría por las aldeas de Cuntis «las vecinas le decían a mi madre que le llevará al médico que tenía un hijo que estaba loco». Años después ese loco empezó a competir y esas mismas mujeres reconocieron que ese joven que en la década de los setenta recorría los montes «era un profesional». De este último adjetivo sigue haciendo gala a día de hoy, a sus 63 años no hay día que no entrene o que no piense en sus chavales del Club Atletismo Cuntis o de las escuelas municipales de Caldas, donde sigue atendiendo a cerca de sesenta atletas.

Primero fue corredor y después maestro. El salto lo dio de la forma más inesperada, como quien dice, sin tiempo para pensarlo. Después del maratón de Cuntis, en agosto de 1988, estaba tomando unos pinchos con el alcalde en aquel momento, Eduardo Rey, y el que fuera su mentor deportivo, José María Muradás, y hablaban de por qué no se montaba un club en Cuntis. «Me miraron y preguntaron si yo lo podría entrenar, dije que sí, pero que habría que aprobarlo en pleno. Ese no fue el problema», recuerda Pardal, que en menos de un mes se vio reclutando atletas y poniendo los mimbres de una cesta de promesas que todavía hoy sigue engordando. «El alcalde tenía mayoría absoluta y se probó rápidamente», explica sobre sus inicios como entrenador.

Mientras analiza su trayectoria nombra constantemente a una persona que para él fue decisiva en su carrera deportiva. «En 1972 empecé de mano de la Gimnástica y aunque estuve en Madrid seguí ligado al club a través de José Luis Vidal y José María Muradás, que fue mi entrenador, una especie de padre, de amigo, que un día, con 17 años, cuando estaba estudiando me llamó para decirme que tenía condiciones», subraya este cuntiense. Y fue casi un dicho y hecho. Con esa edad empezó a correr y todavía hoy sigue haciéndolo. Se especializó en 800 y 1.500 metros. Era mediofondista cuando competía y al empezar a entrenar tocaba todas las modalidades, pero cuando vio que en un mismo año sacaba campeones en vallas, altura, mediofondo y marcha decidió especializarse para no morir de éxito.

Ahora está centrado en la marcha atlética, donde empezó a despuntar una promesa como Antía Chamosa, hoy en el Centro Galego de Tecnificación Deportiva (CGTD). Sin embargo, Pardal no hace distinciones entre sus pupilos, «podría citar cuarenta mil nombres y siempre me dejaría alguno». Eso sí, menciona a Manuel Viéitez, un atleta que comenzó con él y que le hace recordar la cara más amable de esta labor docente. «Ahora tiene 42 años y desde el primer día que empezó, nunca ha dejado de correr. Si tuviese las condiciones de ortos, hubiese sido olímpico», comenta un José Antonio Pardal algo decepcionado con la pérdida de la capacidad de sacrificio. «Cuando yo empecé, Muradás me regaló las primeras zapatillas y no las estrenaba yo, eran de Manuel Carlos Gayoso, imagínate», recuerda sobre sus primeras carreras. Con estos ejemplos quiere retratar la diferencia entre el pasado y el presente de una disciplina que fue y es su motor de vida porque su motor económico fue su puesto en Correos hasta que se prejubiló.

Pelea por mantener la ilusión

Le cuesta mantener la ilusión, pero cada «vez que empiezan chavales que pueden llegar a estar ahí, te vuelves a ilusionar». Demanda algo más de ayuda institucional para una disciplina que ve sus frutos a medio y largo plazo. Esa constancia es la que a veces falta entre sus pupilos.

Entre los sinsabores de esta pasión lamenta ver como a veces se van atletas a otros clubes sin avisar por «intoxicadores profesionales». No quiere entrar en detalles y prefiere pasar las páginas negras de su vida y leer las que le dan alegrías y le hacen seguir.

Antes de despedirse manda un recado a muchos padres que ven en sus hijos esos deportistas frustrados que no pudieron ser y «cometen verdaderas atrocidades. No saben el daño que hacen, ahora cada padre se cree que es un entrenador». A pesar de los constantes cambios que ha vivido desde 1972, Pardal no se imagina un día sin atletismo, ya sea corriendo o enseñando lo que él aprendió.

Las vecinas decían a su madre que tenía un hijo loco porque corría por las aldeas en 1972

Comenzó con

unas zapatillas

que le regaló

su mentor y eran de otro corredor