Alerta roja en el patrimonio pontevedrés

Carlos Punzón
carlos punzón VIGO / LA VOZ

PONTEVEDRA

MARTINA MISER

Solo uno de trece enclaves históricos de la provincia en peligro de desaparición se ha restaurado

11 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La provincia de Pontevedra no destaca en España por figurar entre los territorios más preocupados por preservar sus enclaves históricos. Es la demarcación de Galicia con más conjuntos de interés en peligro de desaparición y solo ha recuperado uno de los 149 bienes restaurados y salvados de su desaparición en los últimos años en todo el Estado tras ser activada la alerta máxima por el estado crítico de todos ellos.

Doce conjuntos históricos, artísticos y culturales viven en Pontevedra momentos clave para tratar de conservarlos o darlos por perdidos, según el dictamen de la organización de vigilancia y puesta en valor del patrimonio cultural y natural español Hispania Nostra.

La asociación retiró en el 2016 de su lista roja a la iglesia protorrománica de Santa Eulalia de Palio, en Lalín, tras una intervención de urgencia que evitó su hundimiento y frenó su expoliación. Desde entonces ninguna alerta patrimonial se ha apagado en la provincia, mientras que en el resto de Galicia sí lo han logrado siete conjuntos, aunque otros 21 se encuentran en situación más que delicada.

Vigo y su área presentan diversidad de elementos en peligro. En el campo de las construcciones industriales destaca la Panificadora, complejo fabril de 1917 que se ha ido deteriorando progresivamente, pese a la concatenación de proyectos que ha inspirado.

En el ámbito paisajístico los jardines del antiguo Gran Hotel de Mondariz, están incluidos en la lista roja ante el riesgo de que la proyección de una edificación elimine parte del conjunto. En Crecente, solo quedan ya restos del monasterio de las benedictinas levantado en la parroquia de Albeos, diezmado casi en su totalidad por las expoliaciones.

Expoliación y abandono

El abandono se ha sumido también en el monasterio de Oia, desde que las lluvias echaron abajo parte de su techumbre, de lo que llegó a ser además un campo de concentración.

El peligro de desaparición no solo se vincula a edificios con siglos de historia. En Vilagarcía, la casa Becerra tiene la alerta encima de Hispania Nostra al sufrir un intento de descatalogación y derribo para construir un hotel sobre lo que fue uno de los primeros ejemplos en Galicia de arquitectura moderna. También en Vilagarcía el pazo de San Antoniño do Pousadoiro vive momentos muy difíciles tras ser arrasada por expoliadores que no han dejado prácticamente elementos decorativos de la casona construida en 1766. La cubierta de madera presenta además deficiencias, y a mayores está rodeado por naves industriales. Y sin salir de la localidad arousana, la casa de los Duques de Medina de las Torres sufre una degradación progresiva y la maleza avanza dañando el conjunto.

En Cotobade, el arzobispado de Santiago no ha puesto límite a la degradación de la casa rectoral del siglo XVIII. No muy lejos, en la parroquia pontevedresa de Cerponzóns, el puente de Malvar, paso del antiguo Camino Real y de la misma época que el enclave anterior, corre peligro de desprendimientos.

En la comarca del Deza, la torre medieval del siglo XII es comida por la vegetación, y el anexo pazo de Guimarei ya ha sido expoliado, como el pazo de Bergazos de Lalín, del siglo XVII, que está en avanzado proceso de derrumbe, tras haber desaparecido parte de su cubierta y caído parte de sus muros.

«Braga, en solitario, dedica a restauración de bienes históricos lo mismo que toda Galicia»

Como presidente de la Asociación para a Defensa do Patrimonio Cultural Galego (Apatrigal), Carlos Fernández Coto, considera que la concienciación de la sociedad respecto a la conservación del patrimonio cultural y natural es cada vez mayor, pero en paralelo señala que la mayoría de los responsables políticos no está en la misma sintonía. «Se apuesta de forma masiva por la obra nueva, por ligar la gestión pública a nuevas construcciones y realizaciones, cuando la restauración, rehabilitación y conservación de espacios con historia, con calidad artística, con peso para entender cómo ha evolucionado una población, puede ser un foco de atracción turística y económica muy notable», dice el arquitecto y defensor del patrimonio gallego.

Fernández Coto advierte que existe un problema en muchos casos al no poder los herederos mantener económicamente elementos arquitectónicos singulares, «pero eso también es un tema de decisión política».

Pone como ejemplo la sintonía entre administraciones y propietarios, y en la sociedad en general, que existe en Portugal respecto a la conservación y restauración, que asegura está muy por delante de lo que ocurre en Galicia. «Solo el Ayuntamiento de Braga destina lo mismo que las 40 oficinas de rehabilitación de la Xunta, unos 50 millones de euros al año, y eso que aquí se ha aumentado en 20 millones más recientemente», constata.

Casos como el de la Panificadora de Vigo son para Carlos Fernández Coto paradigmas de que no se sabe qué hacer con plantas industriales históricas y únicas que podrían tener una nueva vida conservando sus elementos más singulares.