Crítica y color en el desfile del entroido

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Capotillo

La agresión de un camionero a dos ciclistas, «la pareja de fachas» Franco y Santiago Abascal, Villarejo a la carrera o la muerte de la plaza de aparcamiento fueron algunas de las parodias

02 mar 2019 . Actualizado a las 20:38 h.

Sobrevivir a un desfile de carnaval no es, como pasa con las películas, apto para todos los públicos. Hay que ser fan y tener mucha paciencia para aguantar la espera que, en el caso de este sábado en Pontevedra, no fue corta. Antes de las cinco de tarde, hora de la salida de la comitiva festiva desde la confluencia de José Malvar con 12 de Novembro, el público ya llenaba el entorno del santuario de A Peregrina y la calle Michelena. Unos mataban la espera tirando de móvil, los más pequeños enredando con espráis de colores -no se salvó ni el atrio de la iglesia- y hubo quien empezó leyendo y hasta dio una minicabezada. Los más afortunados iban a seguir el desfile desde algún balcón, con mejores vistas y sin el viento que soplaba cada vez más frío.

La tradición de vender barquillos sigue viva y cuando a las seis menos diez apareció el hombre con una cesta grande, los primeros participantes estaban muy cerca. Claro que el barco pirata que abría el desfile se paró en seco y así estuvo quince minutos. Desesperación por el corte de rollo que se transformó en aplausos cuando arrancó.

El entroido es sátira, crítica, humor y exceso, pero también color y espectáculo. La comparsa Os Canecos apostó por el verde, el azul y el dorado. Los trajes con los que bailaban sus integrantes se movían por el viento y a más de una le costaba mantener el equilibrio. Uno de los mejores momentos del desfile no se hizo esperar. Una parodia de un hecho real que el pasado 25 de octubre dio pie a muchas páginas de periódicos en papel y digitales y minutos de televisión en toda España: la agresión de un camionero a dos ciclistas con martillazo a uno de ellos incluido.

En el desfile, ciclista y camionero iban en paralelo. Se pican y el conductor baja del vehículo maza en mano. Sus intenciones no se quedan ahí y zapatea la bici en el suelo. El ciclista, con maillot de Froiz y mucha pinta de globero, se lleva el dedo a la sien. Repitieron el incidente una y otra vez ante las risas del público. Por las calles de la ciudad no faltaron los Picapiedra con su troncomóvil, muy logrados.

Otro momentazo fue el protagonizado por Vamos a todo con su particular entierro de la plaza de aparcamiento. «No te vayas todavía, tengo la viñeta al día», se leía en el coche que abría el show. «¡Uff, qué crítica!», decía un espectador que lo grababa con su teléfono. Empleados de pompas fúnebres repartían la esquela mientras el speaker del grupo iba preguntando al público «¿Dónde vive usted?» o «¿Usted dónde aparca?». Tras una respuesta, se le escapó un «¡Parece del Bloque, carallo!». La extensión de la peatonalización de la ciudad quedó reflejada en las coronas, que lucían bandas con los nombres de las calles afectadas.

Claro que no solo hubo crítica local. Por el desfile se vio a un comisario Villarejo que escapaba y se tapaba la cara con su carpeta, y también una pareja de fachas que formaban Franco y Santiago Abascal, líder de Vox. En las más de tres horas hubo más colorido con otras comparsas que optaron por el rojo con blanco o negro, y una recreación de Grease con coche naranja que fue muy aplaudida. El hombre del megáfono y del flotador, Rafa Córdoba, volvió a desatar las carcajadas con sus conversaciones con el público al grito de «A ver, ¿gente para comerme el donut?».