«El cáncer es muy hipócrita. El enfermo se calla para no herir»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

Una mamografía fue la salvación de Isabel Lema para descubrir a tiempo y tratar un tumor

19 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Isabel Lema Lorenzo se ve un poco como esa «valiente guerrera» de su estado de WhatsApp. Hace dos años y medio, cuando tenía 53, le diagnosticaron un cáncer de mama. Lo descubrió de forma casual y sin síntomas, recuerda. «No soy nada hipocondríaca, pero un día al salir de la ducha me vi como un pequeño hoyuelo, muy pequeño, en un pecho». Ella sintió, no sabe explicar por qué, que aquello no era bueno, a pesar de que su marido y su hija no le dieron importancia.

Enseguida pidió cita con su médico de cabecera, pero al mismo tiempo le llegó una carta para hacerse una mamografía. Esa prueba, dice, fue su salvación. «Fue un tumor muy agresivo, pero lo cogimos a tiempo», cuenta en la sede de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) de Pontevedra. Cuando todavía estaba a tratamiento con anticuerpos y radio se hizo voluntaria. «Me animó una amiga a venir y eso que en casa llevábamos veinte años como socios. Tuve que venir para saber lo que era y me encontré con esa familia que eliges», desvela.

Isabel es de las que creen que el cáncer se vive y se combate todos los días, pero sí que son necesarias la celebraciones de los días mundiales para dar información y visibilizar la enfermedad en la calle. Por eso estará hoy en la concentración de manos rosas que se desarrollará a las 12 horas en la plaza de A Peregrina.

Hoy en día sigue a tratamiento, pero solo con una pastilla de quimio. Es positiva por naturaleza e intenta que los efectos secundarios que arrastra no le quiten las ganas de vivir. «Tengo dolor de huesos y me dan cuadros vagales, me baja la tensión y las pulsaciones y me desmayo». Por eso llegó a la entrevista con un holter y están estudiando su corazón. No puede hacer esfuerzos, pero tiene muchas ganas de aportar su grano de arena como voluntaria.

Dos días a la semana se pasa por el despacho compartido que la AECC tiene en el Hospital Provincial. «Informamos de los servicios de la asociación, que son gratuitos, algo que mucha gente desconoce. A través de la asistente social se pueden conseguir pelucas o cremas y hasta te pueden ayudar a ponerte un pañuelo».

Ella, que tenía una larga melena, llevó turbante «desde el minuto cero». Todavía no se siente preparada para hacer de voluntaria en la unidad de cuidados paliativos o en domicilios, pero esperar conseguirlo más adelante. En su caso, el apoyo de la familia y su voluntad fue «la mitad del tratamiento» para ganar la batalla al cáncer.

Una enfermedad que Isabel define como «muy hipócrita». Y se explica. «El enfermo se calla muchas cosas por no herir a su familia, y la familia también sonríe para no cargar más al enfermo». Ella misma le ocultó a su madre, muy mayor, que tuvo cáncer. «Ella asocia cáncer a muerte y preferí no decírselo». De ahí, la importancia del apoyo que brindan los profesionales sanitarios y asociaciones como la AECC. «Aunque el cáncer muchas veces no te roba la vida, sí te la cambia tanto... A nivel personal, profesional... pasas a depender de otros y es duro», remacha.