Caldas recupera la memoria de la villa de campesinos y señoras enjoyadas que tomaban las aguas

La Voz PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

EMILIO MOLDES

13 ago 2018 . Actualizado a las 05:05 h.

Hay una frase que dice algo así como que, al recordar el pasado, las cosas siempre parecen más bonitas de lo que fueron. Y eso ocurrió ayer en Caldas, al compás de la feria tradicional que se celebró en el Xardín Botánico. Seguramente, si los abuelos o bisabuelos tirasen de memoria, contarían que en la posguerra los tiempos eran complicados, el hambre se sentaba a la mesa a diario y la vida se portaba bastante mejor con las señoras enjoyadas que venían a tomar las aguas a la tierra termal que con los campesinos del lugar. Pero el pasado, efectivamente, se puede y se debe edulcorar para que pasen cosas como las de ayer, en las que caldenses y visitantes, vestidos a la antigua, recrearon una de esas ferias que se celebraban allá por 1940.

La mañana empezó a caballo. Alrededor de cuarenta jinetes tomaron la salida en una ruta que recorrió las calles de la villa. Luego, aunque el orballo amagaba con aguar la fiesta, el jardín se empezó a animar con la apertura de puestos. Los protagonizaban las distintas asociaciones caldenses, que ofrecían artesanía y sobre todo repostería. Placer de dioses eran casi, casi las filloas de las mujeres rurales de Carracedo. En realidad, la feria, como no podía ser de otra manera, tuvo un marcadísimo carácter gastronómico. Porque, más allá de lo que ofrecían los vendedores, hubo degustación gratuita de carne de caza, desde corzo a jabalí. Y ya a la hora de comer, bajo carpa y de pago, más manjares de esos que un gallego que se precie lleva en el ADN como favoritos. Huevos fritos, pan de maíz y chorizo para ir abriendo boca. Y churrasco y patatas para rematar la faena. «Estaba todo riquísimo e había moitísima xente comendo», decía la concejala de Cultura caldense.

Menos mal que para contrarrestar esa ingente aportación de calorías para la tarde había un programa frenético, desde cantares de ciego hasta animación con las charangas. Pena que parte de programación, como un concierto con varias bandas, tuviese que suspenderse por mal tiempo. Al cierre de esta edición, las miradas se dirigían al cielo con la esperanza de que la lluvia no hiciese acto de presencia y Roi Casal pudiese subirse al escenario y poner música a la noche caldense.

Hoy continúan las fiestas patronales en Caldas con los gigantes y cabezudos, una representación teatral y verbena a cargo de París de Noia y Palladium.