Carteles callejeros que en realidad son trocitos de corazón

María Hermida
MARÍA HERMIDA PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

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Desde el anuncio de una madre de cuatro hijos que narró su vida para pedir trabajo a quien ofrece cien euros por un chupetero

21 jun 2018 . Actualizado a las 08:16 h.

José Losada es un pontevedrés que recientemente colocó carteles en la calle porque había perdido 700 euros, su sueldo íntegro. Afortunadamente, la joven que encontró su dinero metido en una bolsita plástica vio el letrero y le llamó para devolvérselo. Su historia fue, desde luego, singular. Pero no única. Porque son numerosas las personas que colocan anuncios curiosos en las paredes para tratar de topar las más variopintas cosas. Casi todos llevan aparejada una buena dosis de emoción, porque los objetos que se buscan suelen tener, sobre todo, un gran valor sentimental.

Ahora mismo, Pontevedra está empapelada con los carteles que pegó una madre llamada Alicia. ¿Qué es lo que busca sin parar? Un chupetero. Sí, por raro que suene, lo que le quita el sueño a esta mujer es una cadenita de las de colgar el chupete con un oso plateado incluido. Cuenta Alicia que lo de menos es el valor económico del chupetero. De hecho, ofrece los 100 euros que cuesta como recompensa a quien se lo devuelva. Lo que a ella le importa es la carga sentimental que tiene detrás: «Fue un regalo de un familiar muy importante en nuestras vidas y además pasó por distintas generaciones. Lo usaron mis sobrinos y ahora lo tenía mi hija. De verdad que de todas las cosas que ella tiene lo que menos querría perder es el chupetero». De ahí que haya colgado carteles y más carteles. De momento, no hubo suerte. Le llamó una persona diciendo que lo había visto tirado en Michelena, pero no tenía más pista que esa. Se cree que desapareció entre Barcelos, la zona de la casa consistorial o la calle Alfonso XIII.

Más dramático fue el curioso cartel que colocó por Marín una vecina de Pontevedra. En él contaba que tiene cuatro hijos, que con lo que cobra del antiguo Inem no llega a final de mes y lanzaba este grito desesperado: «No sé cómo hacer ya para encontrar trabajo. Echadme una mano por favor, no pido lujos ni caprichos, solo pido un trabajo para poder darles a mis hijos lo que necesitan. Por favor, ruego, suplico que me llamen», indicaba. Y sus palabras, escritas de puño y letra, surtieron efecto. Esta persona, que prefiere mantenerse en el anonimato, explicó que recibió un aluvión de llamadas con ofrecimientos de empleo, desde trabajos en hoteles, pasando por limpieza de casas a ayudante de cocina. Ahora está valorando qué ocupación es compatible con el cuidado de sus hijos. Indicó que retirará hoy mismo los carteles porque el teléfono le echa humo.

Abundan los de animales

Pero, sin duda alguna, los carteles llenos de sentimiento que más proliferan son los que tienen que ver con el extravío de mascotas, sobre todo de perros y gatos. Uno de ellos podía verse en la avenida de Uruguay. El anuncio transmitía la pena de los dueños de Lui, un gatito «muy cariñoso e inofensivo» que es negro y tiene los ojos amarillos. En el letrero dicen que el minino debe estar muy asustado y piden ayuda para toparlo. Quizá tengan suerte. Está claro que la cartelería suele surtir efecto.