Consagradas en esta orden religiosa niegan las acusaciones de abusos sexuales, asociación ilícita, contra la Hacienda Pública o blanqueo de capitales
16 feb 2018 . Actualizado a las 23:19 h.«Jamás Miguel Rosendo abusó de mí sexualmente. Es más, nunca he tenido relaciones, ni completas, ni parciales, ni consentidas, ni sin consentir». De este modo, Marta Paz, la considerada como mano derecha del líder de la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, rompió tres años y dos meses de silencio para sostener que «el llamado caso de los miguelianos es un montaje». Paz tachó además de humillante que se viera obligada a someterse a un peritaje ginecológico.
Lamentó que, pese a que durante la instrucción judicial ha venido manteniendo estas afirmaciones, sea «presentada en el auto de procesamiento como una de las mayores víctimas de esos supuestos abusos sexuales y psicológicos que jamás ocurrieron». Paz figura en el auto como uno de los catorce encausados por asociación ilícita, uno de los delitos por los que se sigue esta causa que se dirimirá en la Audiencia de Pontevedra. El resto de cargos que se investigan son los de agresión sexual, contra la integridad moral, contra la Hacienda Pública y blanqueo. Por el momento, la Fiscalía no ha presentado su escrito de acusación, por lo que se desconoce qué solicitará en un proceso en el que el Obispado de Tui-Vigo aparece como responsable civil subsidiario.
Además de someterse a un examen ginecológico, Marta Paz tuvo que recurrir, dice, a un «peritaje psicológico para demostrar que estoy en pleno uso de mis facultadas mentales». Acompañada por la abogada Beatriz Seijo aseguró este viernes: «No existe ni una sola palabra en veinticinco tomos de sumario de que yo he hecho daño a alguien. Nadie me ha acusado a mí personalmente absolutamente de nada, pero resulta que soy el brazo derecho de una organización criminal».
«Fue una investigación teledirigida para apartar a Miguel y destruir la orden» Por el contrario, remarcó: «Sí soy víctima. Sí he sido violada en mi dignidad de mujer y de consagrada a Dios por todas las personas que han organizado este montaje». Al igual que sus hermanas de consagración Ivana Lima e Iria Quiñones tiene claro que Miguel Rosendo es «un padre de familia inocente», una expresión que también usaron los tres sacerdotes católicos que apoyan a los acusados y sustentan la tesis de que el proceso es fruto de «una investigación teledirigida para apartar a Miguel y destruir la orden», en palabras del padre José Ignacio Martín. Este desveló que en el sumario constan tres informes de la Agencia Tributaria que, supuestamente, afirman que no existe delito fiscal.
Por su parte, Ivana Lima, quien fue superiora general de las consagradas de la orden, subrayó que no eran una secta y reveló que si hasta ahora habían guardado silencio fue para acatar el mandato del obispo. «Por obediencia a la Iglesia no hemos podido denunciar las mentiras que se estaban construyendo», señaló, al tiempo que arremetió contra el capellán Isaac de Vega.
Todos sitúan en el centro del presunto montaje a este sacerdote, el primero en denunciar la situación que posteriormente dio pie al procedimiento judicial. «Ha utilizado a nuestros padres y familiares», aseguran, al tiempo que critican el papel de sus progenitores en esta causa: «Quieren ganarse su jubilación con la posible indemnización económica que persiguen en este juicio y no les importa absolutamente nada la dignidad de sus hijas». Más contundente se mostró Iria Quiñones, quien mantuvo que todo fue orquestado por el sacerdote y «unos padres orgullosos y ávidos de dinero». Reprochó que «la acusación de secta ha servido para tratar de silenciar nuestras voces».
Juan Luis Castón, como sacerdote católico, denunció que fue «testigo de la improcedente, incompleta y tendenciosa tramitación del procedimiento que se siguió con la finalidad de provocar la condena eclesiástica, mediática y social de Miguel y de la asociación (...) No era una secta destructiva, ni satánica». Recordó que Isaac de Vega es miembro del Opus Dei, de tal modo que habría «contaminado» a otros sacerdotes de esta organización: «No ha contado la verdad», apostilló Eduardo Lostau.