La sonrisa que ni siquiera el cáncer pudo borrar

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

Yanín se marchó demasiado pronto, a los 26 años; pero su positivismo ilumina un bonito proyecto solidario

18 ene 2018 . Actualizado a las 16:28 h.

Se llamaba Yanín. Había hecho deporte desde niña, había hecho su carrera... y tenía toda la vida por delante. Pero el cáncer, ese mismo que ya había tocado otras veces demasiado de cerca a su familia, se empeñó en cruzarse en su camino. Así, de repente, de un día para otro. Yanin fue una valiente. Tan valiente, que estando en pleno tratamiento oncológico se puso a hacer un máster para completar sus estudios universitarios. Tan valiente, que nunca dejó de sonreírle a los suyos ni de preocuparse, con lo que ella tenía encima, por los trastornos que suponía para la familia ir y venir al hospital. Yanín murió a los 26 años. Así que podría pensarse que perdió su lucha. Pero quizás no sea del todo cierto. La tragedia de su muerte, el absurdo de que alguien con tanta vida se vaya tan pronto, iluminó un bonito proyecto solidario; una iniciativa que tiene entre sus principales espadas a su madre, Loli que, como Yanín, sonríe siempre. Aunque le duela la sonrisa.

Todo empezó en el gimnasio Vital de Caldas de Reis. Cuenta el dueño, Jesús Arca, que Yanín acudía desde niña a este establecimiento a practicar taekuondo. Así que allí se vivió con mucho dolor su enfermedad y su muerte, en el verano de 2016. Solo unos meses después de que Yanín falleciese, Jesús empezó a pensar en hacerle un homenaje. Quería hablar con la familia, pero le daba cierto reparo: «No sabía si les gustaría o no, si les supondría más dolor del que ya tenían», recuerda. Pero al final se decidió. Y habló con la madre, Loli, que a su vez se apoyó en sus primas Maribel y Mari Carmen. A Loli, en realidad, le daba un poco de apuro que todo se centrase en Yanín, porque reconoce que, desafortunadamente, muchas más familias pasan por la misma situación. Así que entre los cuatro buscaron una fórmula intermedia para recordar a esta joven y, asimismo, a todas las personas que sufren la enfermedad. ¿Qué hicieron? Pusieron en marcha una iniciativa para recaudar fondos para la AECC.

Un nombre muy especial

En el primer año, en el 2016, lograron recaudar un total de 6.000 euros, que donaron a la asociación contra el cáncer. Pidieron en tiendas y en empresas y organizaron una jornada con exhibición de taekuondo. Antes de comenzar con el petitorio, pensaron en que deberían ponerse un nombre. No les salía. Hasta que descubrieron uno que era perfecto. Dice Loli que es imposible encontrar una foto de Yanín en la que no estuviese sonriendo. La alegría la acompañaba. Tan positiva era que en su habitación tenía una pequeña pizarra en la que ponía -y todavía pone- «Sonríe», escrito por ella misma y con una pequeña cara risueña dibujada al lado. Dicho y hecho. Se le sacó una foto a la pizarra y el proyecto pasó a llamarse Sonríe, con la misma grafía con la que ella la dejó escrita.

¿Por qué decidieron donar los fondos a la AECC y no a cualquier otra oenegé? Pues porque Loli sabe bien lo que esa entidad es capaz de hacer. Cuando Yanín estaba enferma la desplazaron al hospital Vall D´Hebrón. Entonces, Loli y su marido empezaron a buscar pisos para estar lo más cerca posible del hospital. «Yo no quería terminar el tratamiento y marcharnos en taxi, tren o metro... no íbamos a hacer turismo, y ella iba a estar mal», recuerda Loli. Tras desplazarse al lugar y buscar y buscar inmuebles, empezaron a desesperarse porque no encontraban un lugar donde quedarse. A Yanín se le ocurrió llamar a la AECC y la entidad no solo se ocupó de la búsqueda de una vivienda compartida, sino de que no les faltase apoyo; antes y también después de que ella falleciese. «Sientes que te ayudan cuando más lo necesitas, porque en ese momento no estás ni para buscar piso ni para nada», habla Loli, sin perder su sonrisa.

Jesús, Maribel y Mari Carmen la escuchan con cara de estar escuchando a una gran mujer, capaz de poner en marcha algo tan bonito como Sonríe a los pocos meses de haber perdido a su hija. Mari Carmen, que sabe también lo que es lidiar en casa con el cáncer, no puede reprimir las lágrimas. Jesús dice: «Creo que es positivo ayudarnos entre todos, y ayudar para estas causas te hace sentir muy bien». Maribel apostilla: «Claro que sí, y Yanín estaría muy orgullosa».

Dice Loli, y es el único momento en el que no ríe, que le quedó pena de que su hija Yanín estuviese tan preocupada por ver cómo la enfermedad cambiaba el día de su familia y por todo lo que tenían que hacer por ella. Normal que sienta pena. Pero quizás no debiera. Porque, seguramente, ese sentimiento formaba parte de su valentía. Valentía que, por cierto, Yanín debía llevar en los genes. Porque está claro que su madre también la tiene.