«Este cáncer me permite disfrutar»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

RAMONB LEIRO

Pese a la dureza del tumor de mama que le detectaron en el 2012, Amalia Loveira prefiere las lecturas positivas

20 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«El rosa no me va a curar, pero darle visibilidad al cáncer de mama ayuda a la investigación. Así que por mí que empapelen todo de rosa, aunque no sea mi color favorito». Quien habla es Amalia Loveira, a quien ayer no le importó contar su historia coincidiendo con el Día Mundial de la enfermedad. A esta enfermera que trabaja en la planta de Hematología de Montecelo le detectaron un tumor de mama en las Navidades del 2012. Pese a la fecha, le sigue gustando esa época del año. Tenía entonces 42 años y hoy sigue peleando contra ese cáncer porque no está curada. «El próximo agosto cumpliré cinco años desde la operación. A veces pienso que esto ya pasó, pero no tengo el alta y el bicho, como dice mi hermana, igual que entró una vez puede entrar otra vez».

Su actitud es positiva y es una mujer fuerte. Ella lo reconoce, pero apunta un matiz importante. «Es duro, desde luego. Pero esta es una enfermedad que me permite disfrutar de la vida. Casi tendría que dar las gracias porque me haya tocado este cáncer. Por mi trabajo veo cosas mucho peores», comenta.

Amalia tenía un bulto en un pecho que venía controlando. Cuando se puso «un poco extraño» se hizo una ecografía. No salió nada malo, pero como seguía creciendo volvió. Tras una mamografía y una biopsia llegó el diagnóstico: cáncer de mana en estadio 2, con dos focos y los ganglios del brazo invadidos.

El tema pintaba feo, afirma. «Ahí he de reconocer que el mundo se me vino abajo. Aunque una de cada ocho mujeres pueden tener un cáncer de este tipo, lo recibí con incredulidad». Era un tumor que necesitó una respuesta «radical»: mastectomía, quimio, radio, cirugía y luego más quimio. Cuenta que la cosa empezó a ir mejor cuando la oncóloga le dijo que el cáncer había sido «receptivo» al tratamiento y que tenía un 80 % de posibilidades de curarse.

Su planteamiento fue el siguiente: «Tengo un cáncer, tengo opciones, voy a pelear. Pero eso no quita que pierdas el control de tu vida porque al principio lo pierdes». El 7 de enero del 2013 fue cuando se lo contó a su madre. Hasta entonces había pactado con sus hermanas guardarlo en secreto.

Amalia alude a que llevó el proceso mejor de lo que pensaba. Dice que tuvo mucha suerte porque mantuvo el ánimo bastante arriba, la quimio le dio menos efectos de los previstos y de la mastectomía no se derivó ninguna complicación ni infección. «Hasta cuando se me cayó el pelo fue un momento tragicómico. Antonio, mi pareja, siempre me apoyó, me ayudaba con la peluca y hasta me cocinaba porque los olores me repugnaban. Me hacía las curas y jamás vi en él una cara de asco».

¿Y cómo está hoy Amalia? En fase de reconstrucción de la mama en Santiago y con tratamiento. Confía en ganar la batalla, aunque a veces no puede evitar pensar «en el bicho». «A lo mejor me acaba pasando como a otras compañeras, como a Fina Acuña -fundadora de Adicam-, pero me está permitiendo vivir». Y tira de ironía. «Esto es como un huésped no querido, como un gorrón que se queda en casa y hay que echarlo».