Las monjas todavía cogían tomates de la huerta y hacían vino

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

cedida

Las religiosas, pese a su edad, realizaban limpieza general cada mes para evitar que las estancias no ocupadas se deteriorasen

28 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Quienes conocen bien los entresijos del convento de Santa Clara y su extensa zona verde piden que se ponga con letras muy mayúsculas que ni el cenobio ni su huerta y bosque están «abandonados». Indican que pese a su avanzada edad las monjas, tanto sor Sagrario como sor Purificación, al igual que sor Manuela, que vino de Santiago a acompañarlas, se preocupaban sobremanera por sus bienes y que dentro de sus posibilidades intentaban mantenerlos. «Si algo se estropeaba se reparaba al momento, ahí no se dejaba perder nada», indica un seglar que colaboraba codo con codo con ellas. Tanto es así que, pese a su edad, las monjas continuaban con sus costumbres. Por ejemplo, aún cultivaban su huerta y recogían manzanas, castañas o nueces de sus frutales.

Chequeemos cómo está, sobre todo, la zona verde, que es lo que en principio más le interesa al Concello para una posible apertura a la ciudadanía. ¿Cómo está? «Hasta ahora, perfectamente cuidada», espetan los seglares que acudían a ayudar a las monjas. Este mismo verano las religiosas todavía cultivaron las últimas hortalizas. Recogieron desde tomates a pimientos pasando por verdura de temporada. Igualmente, en la extensa zona verde, que colinda con la plaza de Barcelos, tienen también viñas, que están igualmente cuidadas y que dan uvas. Al parecer, en el 2016 aún hicieron vino. Este año las Clarisas decidieron regalar las uvas blancas y tintas de sus viñas quien sabe si previniéndose al traslado. ¿Qué hacían con el vino? Parece que, al igual que otras muchas cosas que les hacían llegar, lo acababan donando. Lo único que habían abandonado hace unos años, no demasiados, era la tenencia de animales. Los últimos que cuidaron fueron unas gallinas.

Calefacción y cocina de gas

Otra de las cuestiones que estos días se preguntan muchos pontevedreses a raíz del traslado de las monjas a Santiago es las condiciones en las que vivían en Santa Clara, si el convento tenía buena habitabilidad o no. Al parecer, la marca de la casa era la austeridad absoluta. Pero dentro de ese contexto se habían hecho algunas mejoras para facilitar las cosas a las Clarisas. Por ejemplo, ya no usaban una cocina de hierro que todavía hay en la cocina, sino una de gas. Asimismo, según distintas fuentes, contaban con calefacción en sus dependencias. Vivían en una pequeña parte del convento. Aún así, al parecer, procuraban que ninguna estancia fuese pasto del abandono y una vez al mes, con bastante esfuerzo por su parte dada su edad, intentaban hacer una limpieza general. «Se movía el convento de arriba a abajo, no quedaba nada sin limpiar, ni telarañas ni nada», insistía ayer una persona que muchas veces les ayudó con estas labores.

Por lo demás, la historia del convento es conocida. Guarda numerosos bienes de interés cultural y patrimonial, desde imágenes religiosas a pinturas, un retablo de gran valor y elementos curiosos, como las banderas de los héroes de Ponte Sampaio.