«Daquela xa non xogabamos, con 12 anos xa eras maior»

Marcos Gago Otero
marcos gago SANXENXO / LA VOZ

PONTEVEDRA

CEDIDA

Las mujeres tenían un papel fundamental en los barreiros acarreando los cestos y lavando el barro

02 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La actividad desarrollada en torno a los barreiros no era solo cosa de hombres. A las mujeres se les encomendaban las tareas del transporte de los cestos desde los puntos de extracción.

Carmen Fernández Casal, actualmente vecina de Salgueira, Vilalonga, tiene 77 años, pero recuerda cómo comenzó a trabajar en un barreiro de tierra en Arnosa. Era de una familia humilde, como muchas en la zona y empezó a acarrear cestos en un barreiro en tierra a los trece años. «¿Como non ía ir traballar? E que non había que comer, a xente non tiña, eu andei descalza moito tempo». La oportunidad del barreiro surgió a través de su hermano Delmiro, que la precedió. Era una infancia muy distinta a la actual. «Daquela xa non xogábamos, porque con doce anos xa eras maior», comenta.

«O primeiro día empecei cunha tina de madeira na cabeza. Había xente que cavaba e botaban o barro nunha tina que levabas na cabeza, da mañá á noite». Ella trabajó en dos barreiros, en Servando Méndez y en Achiña, antes de entrar en la fábrica, lo que le supuso un cambio completo en su vida. En la factoría, al menos trabajaba abrigada, porque lo que era en el barreiro el mal tiempo no era motivo para hacer un alto. «Os homes quitaban o barro e botábano nas tinas, subiamos unhas escaleiras e deixábamolo nunha morea, viña o camión e o cargaban», precisa. Así pasó los veranos de muchos años, porque en invierno se paraba.

El barreiro en tierra implicaba una explotación al aire libre, donde se excavaba hasta alcanzar el nivel de barro de calidad y retirarlo. A veces, si se estaba cerca del mar, se basculaban los cestos en las cubiertas de embarcaciones pequeñas, que después descargaban a su vez en otro barco más grande atracado en A Toxa.

Esta actividad era vital para Vilalonga. «Non había outra cousa da que vivir e aquí había moito barro. Cada zona tiña que explotar o que hai», recalca la hija de Carmen, que recuerda cómo el ruido de la maquinaria acompasaba sus siestas cuando era niña en casa.

Como buena parte de sus compañeros no pudo ir a la escuela. Lo poco que pudo asistir no le valió para mucho. «Cando saín da escola sabía tanto como cando empecei». Había que ganarse el pan y la educación de los niños, en aquellos años, no era tan prioritario como en la actualidad. «A xente de agora non se dá conta do que pasou daquela, porque agora hai máquinas para todo». Sabe bien lo que dice y es un ejemplo de tesón. Aprendió a leer y a escribir copiando lo que veía en los libros de sus hijos.

María Consuelo Vidal Vidal, de 76 años, con apodo familiar dos Campos y vecina de A Revolta, empezó a trabajar en los barreiros a los once años. Desde los seis ayudó a su madre a recoger marisco en la playa. Pasó tres o cuatro años en el «barro do mar» y otros cinco o seis en el «barro da terra». «No mar traballábase menos tempo que na terra, onde había máis horas. Cando eu empecei gañaba once pesetas e eran os anos cincuenta».

Esta mujer conocía bien el trabajo en los barcos porque ella participaba en el dispositivo marítimo. Había una draga que perforaba el fondo de la ría en Vilalonga. Esa draga era una balsa cuadrada con una grúa encima y lo que subía ese brazo se depositaba al alcance de la tripulación de un barco pequeño que estaba fondeado a su lado. Los hombres retiraban hacia la cubierta y María Consuelo Vidal y otra compañera se ocupaban de lavar ese barro, retirar las piedras y pasar el producto de calidad de popa a proa. «Era un traballo moi duro e había que ser moi forte», concluye.