Revisando la vista a lo largo de 3.300 kilómetros

marina santaló VILAGARCÍA / LA VOZ

PONTEVEDRA

MONICA IRAGO

Fue una de las elegidas para viajar a Marruecos, donde examinó a 764 personas de poblaciones sin recursos

03 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A la tercera va la vencida. El proverbio se adapta como un guante a la experiencia que vivió Verónica Alfonsín la pasada Semana Santa. La óptica pontevedresa pudo disfrutar de una vieja aspiración gracias al trabajo que desarrolla en la franquicia que Alain Afflelou tienen en Vilagarcía: viajar a Marruecos para revisar la vista de 764 personas de pequeñas poblaciones del país. «Es el tercer año que me anotaba y por fin hubo suerte. En cada ocasión van seis personas de los 320 centro que hay en España», explica Verónica, que está deseando ser la persona del grupo de este año que repita para el próximo. «Siempre vuelve uno de la edición anterior para poder servir de referencia al resto del equipo», señala. ¿Los requisitos? Tener la carrera de Óptica, carné de conducir y muchas ganas de lanzarse a recorrer 3.300 kilómetros en una semana.

El recorrido

Verónica Alfonsín y otros cinco ópticos partieron de Madrid a Algeciras, para coger desde allí un barco hasta Marruecos y continuar un viaje que les llevó a recorrer los pueblos de Douar Sifa, Tamarna, Ahbibat y Glagla. «Fueron cuatro días de revisiones y el resto de desplazamientos», indica Verónica. Las jornadas fueron intensas, aprovechando todas las horas de luz. Comenzaban las observaciones a las 9.00 horas y las prolongaban hasta las 18.30 o las 19.00 horas. Visto un pueblo, pasaban al siguiente.

De las 764 revisiones realizadas, 541 concluyeron con preinscripción de gafas. Toda una sorpresa para el joven equipo. «De todas las personas a las que se le enviarán, cerca de la mitad lo harán con una graduación muy elevada», concreta Verónica.

La parte más dura para la pontevedresa y sus compañeros fue la revisión de las 223 personas restantes. La mitad de ellas no recibieron prescripción de gafas porque son casos en los que sufren deformaciones corneales, ocasionadas por el reflejo del sol en la arena; o enfermedades vinculadas con una diabetes muy alta, como el glaucoma o la retinopatía diabética. «A pesar de que no pudimos hacer nada por ellos, su agradecimiento sigue siendo enorme», señala Verónica. Matiza también que recibirán unas gafas de sol «con las que proteger unos ojos que, debido a estas enfermedades, se vuelven más sensibles».

El agradecimiento es la sensación con la que se queda Verónica: «Es grandísimo. Y eso hace que el trabajo sea muy gratificante, vuelves con la sensación de haber puesto tu granito de arena».

Inmersión

Entre unas revisiones y otras, para las que elaboraron una cadena de trabajo en la cual rotaban de tarea cada treinta pacientes, tuvieron tiempo para sumergirse en la vida de los pueblos que visitaban. Tenían dos pausas. En la primera, de quince minutos, tomaban un té. En la segunda, de treinta minutos, comían en una de las casas del pueblo. «Almorzábamos con los hombres, porque cuando hay invitados las mujeres lo hacen en otro sitio. También lo hacíamos descalzados y sin cubiertos», cuenta sobre la experiencia de integración.

Las mayores dificultades para revisar la vista se las encontraron, precisamente, con buena parte de las mujeres. «Colocarles las gafas a las que visten con nicab -velo que solo deja los ojos al descubierto- fue una odisea». «Al tener únicamente los ojos a la vista tuvimos que ser bastante prudentes».

El percance

Al vehículo en el que partió el equipo de Alain Afflelou tenía que seguirle otro con parte del equipo necesario para hacer las revisiones. Se averió en Marruecos y las instituciones lo mandaron de vuelta a España. «El óptico de allí que nos acompañó durante el viaje y nos sirvió de traductor tuvo que contactar con otro para pedirle que nos prestara algunos aparatos. Aunque eran más rudimentarios que los que nosotros llevábamos, nos permitieron seguir adelante», indica Verónica.

También estuvieron acompañados de la asociación El desierto de los niños, cuyos miembros ejercieron de intermediarios con la gente de los pueblos que fueron visitando. Trabajan con ellos desde hace siete años, siendo los encargados de transportar próximamente las gafas con la graduación fijada por Verónica y sus compañeros. Con un poco de suerte, a la tercera va la vencida y a la cuarta se mantiene.