Un año y tres días después de la noche mágica de Ávila

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

CEDIDA

El capitán del Peixe Galego recuerda la final de la Copa LEB Plata

27 ene 2017 . Actualizado a las 12:22 h.

Dice que todavía se le ponen los pelos de punta cuando recuerda el recibimiento que les hizo la afición peixiña minutos antes de que comenzase uno de los partidos que grabarían el nombre del Marín Ence Peixe Galego en la historia del básquet, no solo gallego, sino español. El club había diseñado unas camisetas nuevas para la ocasión, e hizo que los jugadores salieran uno a uno, llamados por sus números de dorsal, del hotel en el que se alojaban para subirse al autobús que los llevaría al CUM Carlos Sastre, donde los esperaba el Ávila. Jugaban a domicilio, y ninguno quiso llevar ningún amuleto que, destinado a darles suerte, acabara quitándosela. «Pensé en llevar una botella de champán, pero bastaba que lo hiciera para que perdiéramos», recuerda el capitán entonces y ahora del equipo, Manu Ferreiro.

A medida que los jugadores iban saliendo del hotel, los niños que acudieron hasta la capital abulense para ser testigos de un histórico encuentro -al que asistieron unas dos mil personas y que se retransmitió vía streaming-, la final de la Copa LEB Plata, les iban dando su camiseta, y haciendo un corro.

Hoy hace un año y tres días de aquella fecha. No echaron en falta el cava ni ningún otro espumoso. Tras el partido se fueron a cenar todos juntos con la afición y celebraron una victoria que se les quedó a todos grabada en la mente. Tanto como el encuentro que unos meses después les dio el ascenso a LEB Oro. «Fue contra el Morón, en casa, y todavía quedaban dos partidos más de liga», dice, de carrerilla, Ferreiro.

Cerebro y corazón

Como para olvidarlo. «Ha sido el mejor año deportivo que yo, a nivel personal, haya tenido en la vida, y no creo que vaya a tener otro igual», reconoce. Él es el cerebro del equipo. Y, muchas veces, también el corazón, que con la plantilla del ascenso, la de la temporada 2015/2016, tuvo mucho latido que hacer.

Porque parte del secreto que llevó al equipo a la segunda categoría del baloncesto español fue el ambiente que había en el vestuario. «Al final, ganar siempre une mucho. Y, además de ganar, éramos una gran familia, íbamos a cenar entre semana y quedábamos para hacer cosas juntos. Este es un año completamente distinto. La LEB Oro es más profesional. En LEB Plata no se vive tanto de esto. El de ahora es un equipo muy nuevo, y sabíamos que íbamos a perder mucho más que ganar», señala.

Del de entonces solo quedan tres jugadores: Gregorio Adón, Emilio Oubiña -que se lesionó a principios de temporada- y el propio Ferreiro. El resto siguen ahí, de alguna forma, pero a distancia. «Tengo contacto con muchos, con todos; no todos los días, pero a lo mejor cada dos semanas nos escribimos y nos contamos», reconoce. Habla, ya saben, el cerebro y el corazón del Peixe Galego.