A grandes ligas, grandes remedios

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

cedida

¿Qué fórmulas emplea un club modesto como el Peixe para asumir gastos de Segunda?

05 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El Marín Ence Peixe Galego acaba de pedir a la Federación Española de Baloncesto (FEB) que le permita ser el club que descanse la primera jornada de la temporada, porque temen estar todavía un poco fríos. Su primer entrenamiento será cuatro días antes. Aunque no parezca un gran ahorro, empezar las sesiones unas semanas después que otros equipos supone algunos gastos menos. Además, a menos de un mes para el arranque liguero, al equipo peixiño aún le quedan cuatro fichajes por hacer: dos interiores y dos exteriores. Y, a pesar de que sus responsables son conscientes de que la plantilla está coja en un momento en el que el año pasado, sin ir más lejos, ya estaba completa, hasta dentro de unas semanas no van a poder cambiar la situación. Tienen que esperar a que los clubes grandes de LEB Oro terminen todos sus fichajes para poder optar a los descartes. Saben que no pueden competir con presupuestos astronómicos. Su historia es otra muy distinta.

Faltaban tres jornadas para el final de la liga cuando los jugadores, el cuerpo técnico y la directiva del Peixe Galego saltaban a la cancha bajo una lluvia de confetis y manteaban a su entrenador, Luis Llorente. Acababan de hacer historia en el pequeño club de baloncesto de un municipio de poco más de 25.000 habitantes: ascendían a la segunda mejor liga nacional.

A por el plan B

Posiblemente fue sesenta segundos más tarde cuando a quien todos llaman «el padre» de la sociedad peixiña comenzaron a pasarle mil preguntas por la cabeza a centenares de milésimas por segundo: ¿Cómo iban a afrontar el pago de los 180.000 euros de canon para subir de categoría? ¿Y los 36.000 de cuota de inscripción? ¿De dónde iban a sacar el dinero para pagar fichajes a la altura de su nueva situación? Y así, una tras otra.

Tras una primera composición de lugar pusieron en marcha el plan A. Consistía en hacerse filial del Obradoiro, que milita en ACB, y evitar así tener que depositar los 180.000 euros. No salió. Así que fueron a por el B, que consistía en que pequeños colaboradores a los que solo moviesen los colores de la camiseta, y no los de los billetes, levantaran el equipo. Y funcionó.

Aún así, el club tiene que hacer frente a unos gastos anuales que rondan los 260.000 euros anuales. De ellos, entre 90.000 y 100.000 están reservados para la plantilla del primer equipo, otros entre 35.000 y 40.000 para viajes y manutención de los jugadores, 36.000 más fueron para la cuota de inscripción, y otros 35.000 para el arbitraje. Todo esto solo para el cuadro de LEB Oro.

Hace años que los méritos deportivos del Marín Ence Peixe Galego lo han ido llevando a la altura de ciudades del tamaño y el potencial económico de Lleida (con 139.000 habitantes), Palma de Mallorca (560.000), Burgos o Castelló (ambas de más de 175.000). Pero su territorio no. Por eso han sido el ingenio de su directiva y la ilusión de su afición los que han sostenido al Peixe Galego en lo alto de la marea de sus éxitos con la canasta, sin permitirle que se estrellara.

Los tres restaurantes que hasta el pasado mayo se ofrecían a dar comidas, cenas o ambas a los jugadores que procedían de fuera -no a todos, pero la última temporada se acogieron seis a esta fórmula- se han convertido en cuatro, y hay solicitudes pendientes.

Nocheviejas y comidas

Sus responsables no dan crédito a la respuesta que están obteniendo de los vecinos y empresarios de Marín. Después de dar de comer y cenar a jóvenes que llegan sin referencias a la villa marinera, es casi imposible no crear vínculos. El ascenso también se notará, entre otras cosas, en el incremento del número de jugadores de otras partes de España y del mundo, por eso el aumento de colaboración es, no solo bienvenido y celebrado, sino necesario. La entidad necesita llegar a los mil socios -actualmente tiene 600-, parte de los cuales podrán disfrutar, por un poco más, de «palquitos», sillas instaladas a pie de cancha.

La familia peixiña, de hecho, siempre crece. Lo hace cuando, llegadas fechas señaladas, los jugadores, técnicos y directivos del club acogen en sus casas a quienes no pueden disfrutarlas con los suyos. Algunos durante toda la temporada, otros puntualmente. Así fue como se llenó la casa del capitán, Manu Ferreiro, en Nochevieja. Y como Víctor Holmberg, el segundo entrenador, pasa los veranos que no disfruta con su familia en Suecia.

A los dos pisos que tiene en propiedad en club, con capacidad total para siete personas, hay que sumar los tres que tendrá que alquilar esta temporada. Eso, si entre los fichajes no se desliza alguno con familia, en cuyo caso habría que recurrir a un apartamento cuya ubicación dependería de si tiene coche o no. Son esos detalles por los que se preocupa una familia. Aunque sea de color azul y en lugar de un brasero debajo de la mesa camilla, tenga un aro sobre la cancha.