Revisitar al artista de la «técnica salvaxe»

Javier Benito
javier benito LALÍN / LA VOZ

PONTEVEDRA

Wily conseguía a golpe de motosierra desvelar el alma de un tronco y vestirla de mil colores

18 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A principios de los 90 la presencia de sus obras en el circuito nacional, los premios y su propia evolución como artista situaban para muchos críticos a Antonio Taboada Ferradás Wily (Lalín, 1962-2006) entre las principales promesas de la escultura gallega tras Atlátinca. Pero ese protagonismo, anhelado por muchos creadores, comenzó a desvanecerse después aunque la singularidad del escultor de la «técnica salvaxe», que entroncaba con Georg Baselitz o Claes Oldenburg. Una exposición reivindica en el décimo aniversario de su muerte a un creador multifacético, un bohemio nacido en la parroquia lalinense de Botos pero universal, que bebía en el neoexpresionismo alemán o el pop norteamericano.

En el museo municipal pueden verse hasta el día 30 trabajos tanto escultóricos como pinturas o dibujos de Wily. Dos de sus paisanos, Laxeiro y Antón Lamazares, le influyen para acercarse en los ochenta a la plástica tras comenzar su faceta creadora a través de la poesía y la música. Y tras unos inicios donde confunden su obra con la de su amigo Francisco Leiro, sustituye las gubias por la motosierra en sus esculturas de madera. Piezas donde la policromía estalla para suavizar la brutalidad de los trazos.

La presencia de sus obras en exposiciones individuales y colectivas empieza a crecer de forma exponencial, como los premios y becas, que le permitirán viajar por Europa. Sus figuras de grandes dimensiones sintentizan atributos primitivistas y lo kitsch, como destacaba Marisa Sobrino a principios de los 90.

En una estancia en Florencia becado por el Concello de Lalín comienza a experimentar con nuevos materiales, con estructuras de alambre recubiertas con materiales de desecho, en ese proceso constante de avanzar en su arte. Después será un viaje a Nueva York en el 2004 el que marque los últimos años, recalcando el carácter cosmopolita de sus creaciones sin renegar de su visión nacida desde el rural, de su Botos natal y donde reside.

Lejos del mercado del arte, de los corsés que impone, la originalidad y el lenguaje formal de Wily, como destaca el comisario de la muestra de Lalín, Ángel Calvo Ulloa, están de «profunda actualidad» diez años después de su muerte. Un creador y su legado, para muchos desconocido, a reivindicar. «Una figura olvidada que operó bajo el salvaje impulso de una fuerza ingobernable», sentencia Calvo Ulloa.

Un lustro de la asociación que busca preservar su obra de la carcoma

El refugio de Wily en su Botos natal permanece repleta de tesoros, muchos aún por descubrir. Una «ermida chea de arte», como la define otro creador lalinense, Damián Paío. Entre sus paredes se resguarda con dificultad un legado amenazado por el paso del tiempo. En especial las esculturas de madera, un material sensible y que requiere permanente atención para evitar daños por la humedad o los xilófagos. Para salvar de la carcoma y poner en valor su obra, nacía hace un lustro la Asociación de Amigos de Wily con su familia como impulsora. Y lograron avanzar en ese camino marcado. Sin el apoyo de las instituciones pese a la relevancia del creador.