Dos sacerdotes para un mismo nombre

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

PONTEVEDRA

Los protagonistas dan muestras de una gran empatía pese a la diferencia de edad.
Los protagonistas dan muestras de una gran empatía pese a la diferencia de edad. Mónica Irago< / span>

Un cura de Cambados y un párroco de Vilagarcía comparten Cachaldora de apellido y Manuel de primero

15 dic 2022 . Actualizado a las 12:01 h.

Si se llamasen García, Fernández o Feijoo la coincidencia no tendría mayor relevancia, pero si difícil es encontrar en Arousa a un Cachaldora más lo es que coincidan en su vocación y oficio. Son Manuel Cachaldora Prado y Manuel Antonio Couceiro Cachaldora. El primero tiene 79 años, es salesiano y tiene a su cargo las parroquias de Barrantes, Castrelo y Sisán. El segundo tiene 47, en 2016 cumple veinte al frente de la parroquia de Nuestra Señora da Xunqueira y lleva, además, la de Fontecarmoa, ambas en Vilagarcía.

El uno casi le dobla la edad al otro, pero, tras un rato de conversación, es difícil precisar quién tiene el espíritu más joven. El salesiano desborda energía, entusiasmo y buen humor; presume de bajito y de viejo y tiene un discurso transgresor que, confiesa, puede bordear la herejía. Con esta tarjeta de presentación no nos coge por sorpresa que sea un ferviente admirador del Papa Francisco y que pida aire fresco en la Iglesia. «Envidio a estos jóvenes que son capaces de hacer lo que no puedo hacer yo», indica en alusión a su homólogo en Vilagarcía.

No era una confusión

Se conocieron hace quince años, cuando el salesiano volvió al colegio de Castrelo -donde había estado anteriormente, primero como alumno a los 12 años, y después como docente, a los 31- para ejercer de profesor de Lengua y de Religión. Y la forma en que uno supo del otro tiene su gracia. Andaba el párroco de A Xunqueira por el colegio de Castrelo, y mirando el tablón de anuncios vio el calendario de clases de un tal Manuel Cachaldora. «¿Pero se Manuel Cachaldora son eu?», se dijo. Para resolver lo que creía una confusión llamó al centro para aclararles que él daba clase en el instituto Fermín Bouza Brey, no en Cambados, y así fue como supo que había dejado de ser el único cura Cachaldora de la comarca. «Pero él es mucho más guapo que yo», apunta el veterano. Fiel a su estilo, Couceiro se presenta con una bufanda multicolor y su compañero se puso la corbata, que atusa para salir bien en la foto. «Pero ríete Cachaldora, no estés tan serio», le espeta una alumna en el vestíbulo. Lejos del estereotipo, los chavales se dirigen al sacerdote por su apellido y de tu. Con los feligreses cambia el cuento y se convierte en Don Manuel, «pero a mí me encanta que me llamen por el apellido», dice. Cachaldora el joven frunce el ceño. «

É demasiada familiaridade. Na parroquia son Don Manuel e no instituto, como moito, profe. Ninguén me chama polo meu apelido». Y hablando de apellidos, ¿cuál es su origen? Buceando por Internet descubres que está implantado en España, Estados Unidos, Brasil, Argentina Portugal, Francia y Polonia, y poco más. Los protagonistas tienen versiones distintas, que si viene de Hungría, que si de Italia... Lo que sí es seguro es que en Ourense hay una aldea con ese topónimo y nuestros dos protagonistas tienen familia en esta provincia, aunque ninguno se instaló allí. El salesiano se proclama de Santiago y el diocesano vino al mundo en Rentería. «Pero xa conseguín ter acento galego», se jacta.

Entre ambos sacerdotes hay un abismo generacional, pero tienen más cosas que los unen que los separan. Couceiro también es un admirador del nuevo Papa y habla de que hacen falta reformas para que la gente joven, esa que ni asoma por misa, entre en la Iglesia. No hay chicos en los templos ni los hay en los seminarios. «O ano pasado morreron 22 sacerdotes na diócese de Santiago e só se ordeou un», comenta. La crisis de vocaciones es un grave problema para la institución, lo que obliga a los curas a llevar cada vez más parroquias, aunque ronden los 80 años.

«Eu digo que estamos nun cambio epocal, como foi a Ilustración ou o Renacemento. Actualmente hai valores sociais moi bos pero o relixioso está moi descafeinado. A xente quere un deus á carta. Nós, os curas, temos que evanxelizar, non lavar o cerebro. Temos que cambiar a linguaxe na liturxia, e poñer música, a música é moi importante», apunta el párroco de A Xunqueira. Su tocayo asiente.

¿Y qué hubieran querido ser de no haber elegido el sacerdocio? «Xornalista», dice rotundo uno. «Pues yo ya jugaba a dar misa con seis años», dice el mayor. De modo que cuando le dijo a su madre que quería ordenarse, no la cogió por sorpresa. De hecho, «mi madre me dijo que se lo había pedido a la Virgen». En casa de Couceiro no se lo tomaron con tanto entusiasmo, «sobre todo a miña nai, que non quería». Pero perserveró y ahí sigue. Su ilusión era ir a las misiones para trabajar por un mundo mejor «pero logo vin que en España e en Galicia tamén hai moito por facer». Y en ello está.

«Estiven a piques de ir a África de misioneiro, quería cambiar o mundo, acabar coa fame e a pobreza. Logo vin que en Galicia tamén hai moito por facer»