«Gómez Noya no pone excusas; si el rival es mejor, lo felicita»

La Voz

PONTEVEDRA

XOAN CARLOS GIL

Bruquetas y Alonso, periodistas de La Voz, desnudan y charlan con el pentacampeón en Nobel a las 19 horas

30 dic 2015 . Actualizado a las 20:47 h.

Antón Bruquetas (Ferrol, 1979) es autor, junto a Paulo Alonso, ambos, periodistas de La Voz, de A pulso, la historia de superación de Gómez Noya, sobre el que charlarán con él esta tarde, a las 19 horas, en Nobel.

-¿Se escribe más rápido a cuatro o a dos manos?

-Lo bueno que teníamos Paulo y yo es que nos complementamos: él es muy minucioso en la documentación y yo quizás no tanto, pero sí que le daba muchas vueltas a cómo estructurar el libro. A cuatro le dio mayor riqueza.

-¿Por qué Gómez Noya?

-Por nuestro trabajo en La Voz sabíamos que la historia de Javi no estaba todavía contada del todo, no es la de un deportista cualquiera que ha llegado al éxito, porque está repleta de éxito pero cómo llegó hasta allí es algo especial. Antes de los Juegos de Londres lo hablamos con él, le habían llegado demasiadas propuestas pero nunca se lo había tomado demasiado en serio, y rápidamente aceptó.

-Curioso que no hubiera una.

-Lo entendimos una vez metidos en faena porque el calendario de Javi es muy complejo. Además, mientras lo íbamos escribiendo, la carrera de Javi está viva, e iba consiguiendo logros. Se producían acontecimientos que requerían darle una repensada a toda la estructura, como el Mundial del 2013, que al final funciona como hilo conductor, pero ya habíamos arrancado a escribir cuando sucede esa final apasionante.

-¿Qué le sorprendió de él?

Cuando estábamos haciendo la biografía hojeamos otras, como la de Agassi, que en el plano personal tiene muchos fuegos artificiales: consume éxtasis, un padre que casi lo secuestra para el tenis... Buscábamos una cara oculta, pero te das cuenta de que Javi se ha volcado 100% en el deporte. Es su día a día, su vida.

-Gómez Noya despierta un interés especial...

-Nunca pone excusas, siempre mira la forma de mejorar y, si el rival ha sido mejor lo felicita, y esa deportividad, ese juego limpio, genera simpatías. Ese aura de buen chico, que es en realidad lo que es, despierta empatía.