Empresas que resurgen de sus cenizas

lorena j. barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

En Comercial Vilanova, en Barro, murió un empleado y cerró.
En Comercial Vilanova, en Barro, murió un empleado y cerró. capotillo < / span>

La comarca sufrió seis incendios similares al de Campofrío, en Burgos, desde el 2004

30 nov 2014 . Actualizado a las 22:41 h.

Tras el reciente incendio que calcinó sin pudor durante once días la nave de la firma Campofrío en Burgos, no solo esta ciudad se derritió en llamas y lágrimas, sino que toda España desbordó rabia y muchos pontevedreses revivieron recuerdos que hasta el momento habían preferido guardar en su mesilla de noche.

El episodio sucedido en el polígono burgalés de La Bureba se dio, de una forma similar, en Marín, cuando en el 2004 los operarios de la empresa frigorífica Tradepana (actual Cabomar) vieron cómo sus ilusiones se teñían de espeso negro mientras la chispa de una soldadura quemaba una nave a punto de inaugurarse.

Poco después, en la parroquia pontevedresa de Alba, ardía la base de operaciones de Alfer Metal, una empresa especializada en la construcción de pantalanes deportivos. Este siniestro, ocurrido en mayo del 2004, fue probablemente más sonado que el anterior ya que, con él, se perdieron historiales médicos del Sergas que se encontraban almacenados en una nave contigua a las instalaciones en las que se inició el fuego.

Como en muchos otros casos, la quema de Alfer Metal llevó a un traslado del negocio y la empresa (propiedad ahora lusa) comenzó a operar en Moraña. La causa del fuego quedó sin aclarar, pero sus pérdidas ascendieron a un millón de euros.

Tampoco se ha logrado especificar tras años de investigación por qué en el 2006 una inmensa columna de humo negro sembró el pánico entre los vecinos de Caldas de Reis. Esta procedía de la firma química alemana Brenntag, que fue responsable además de teñir siete kilómetros del río Umia de color turquesa, debido a un vertido que provocó la total mortandad de la fauna piscícola del lugar. Al igual que Alfer Metal, después de la quema, los propietarios decidieron reubicarse. Lo hicieron en Portugal, terminando con decenas de empleos.

Un año fatal

En el 2012 olió más a quemado que nunca en Pontevedra, ya que ardieron tres naves de la zona. Además, uno de los sucesos se saldó con la muerte de un empleado, hecho que conmocionó a la comarca entera y, especialmente, a sus colegas de fatigas laborales.

Carlos Fernández es uno de esos trabajadores que recibió la noticia del fallecimiento de un compañero después de que la desesperación le hiciese saltar por la ventana, consciente de que su empresa, Comercial Vilanova (en Barro), estaba a punto de despedazarse bajo las llamas. «No tenía otra opción. En la actualidad tengo una invalidez del 55 %, mis pies quedaron completamente destrozados y tengo tocadas tres vértebras», explica él, de 44 años.

Esta sociedad, más conocida como Puertas Barro, vio terminar su actividad bajo la lumbre debido a una primera explosión registrada en una caldera que tardó pocos minutos en extenderse.

Tras las lágrimas por la pérdida de un amigo, llegó un ERE extintivo y un cierre de negocio que dejó en la calle a 10 personas. «Y, a día de hoy, sigo sin cobrar mi indemnización», concluye Fernández.

Asimismo, en el 2012 Caldas contuvo nuevamente la respiración con el incendio de Frigoríficos Devesa, provocado por un cortocircuito. Tras el drama, el responsable del negocio, Manuel Devesa, luchó por la reconstrucción y la conservación del puesto de todos los trabajadores. Y, sin ERE, lo consiguió.

También el incendio de Conservas Alonso, ocurrido durante el verano del 2012, tuvo un final más o menos feliz. El fuego que comenzó a las siete de la mañana no conllevó heridos aunque, lamentablemente, sí despidos. La rehabilitación de la nave ubicada en Bueu trajo consigo la modernización, la automatización del trabajo con máquinas y la reducción de la plantilla en seis trabajadores. Probablemente estas seis personas, como muchas otras, permanezcan atentas durante estos meses al ERE que mantiene en vilo no solo a Burgos, sino a otros muchos lugares del país a los que también llegaron las llamas.

«Durante el fuego, salté por la ventana porque no tenía otra opción»