«Trabajar en Tafisa con los suecos era un lujo y dabas la vida por la empresa»

Elena Larriba García
Elena larriba PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

RAMON LEIRO

Abal vivió el esplendor y declive de la fábrica de tableros del Lérez y su traslado a Ponte Caldelas

15 jun 2014 . Actualizado a las 06:00 h.

En 1958 Tafisa comenzaba su producción de tableros de fibra a orillas del Lérez. Era una empresa de capital sueco y también de mentalidad, con un modelo sociolaboral tan avanzado que pertenecer a su plantilla era un privilegio por las ventajas de las que disfrutaban sus trabajadores. José Luis Abal (Pontevedra, 1948) entró en esta industria con 25 años cuando estaba en su pleno apogeo y fue testigo de su esplendor y de su decadencia. Durante muchos años presidió el comité de empresa y vivió en primera línea el cierre por derribo de la vieja fábrica y la creación de la nueva planta de Ponte Caldelas. Se jubiló en el 2013, pero sigue al lado de sus compañeros, involucrado en el actual conflicto que les vuelve abocar a un cierre, esta vez definitivo. La entrevista se desarrolla en los terrenos del Lérez con Abal emocionalmente tocado al recordar lo que fue Tafisa y lo que está pasando.

-¿Qué siente al ver estos terrenos vacíos?

-Mucha añoranza. Cada vez que paso por aquí me viene a la cabeza el esplendor que tuvo Tafisa. Fue una fábrica puntera que le dio un gran empuje a Pontevedra. Su tablero de fibra era único, se lo sacaban de las manos y se permitía el lujo de decirle a los clientes que si querían el de fibra, tenían que comprarle también el de partículas, en el que había más competencia. Compraba la madera a muy buen precio, sin escatimar, y revalorizó el sector forestal de Pontevedra y los municipios de la comarca.

-¿Cómo eran las condiciones de trabajo entonces?

-El modelo sueco era lo máximo, muy avanzado para aquella época e incluso yo diría que para la de ahora. Trabajar en Tafisa era todo un lujo. Cobrabas tres veces más que en la calle y llegamos a tener 18 pagas al año, una extra cada dos meses, que te iban concediendo y consolidando cuando los beneficios se mantenían en el tiempo. Pero no era solo el sueldo, era el trato que dispensaban a los trabajadores, que también daban la vida por la empresa.

-¿Cuáles eran esas otras ventajas sociales que tenían?

-Disfrutabas de un club de obreros con un economato increíble. De aquella ya premiaban la natalidad y según el número de hijos que tuvieras los productos básicos de alimentación los tenías gratis y el resto a precio de coste. Tenía piscina, campo de fútbol, de tenis, de balonmano. Y lo más importante, viviendas para trabajadores.

-¿Se refiere a aquellas dos torres de al lado del antiguo edificio de Magisterio?

-Primero empezó alquilando viviendas para sus trabajadores detrás de la fábrica, en A Seca. Y después construyó esos edificios. La empresa adelantaba el dinero y te iba cobrando al mes una cantidad pequeña hasta que te hacías con la propiedad del piso, sin intereses.

-La representación sindical, si la había, no tendría mucho trabajo con esos empresarios.

-Había los llamados enlaces sindicales que estableció Franco y que eran nombrados por la empresa, pero no hacía falta pedir nada. Si el Gobierno marcaba una subida salarial, los dueños de Tafisa la multiplicaban por dos e incluso se anticipaban a ella.

-¿Hasta cuándo duró la etapa de los suecos?

-Exactamente no lo sé. Los dueños, Folke Pherzon y José María Pena Rich, eran mayores, los dos muy buenos, y mientras ellos estuvieron esto fue un esplendor tremendo. En España llegaron a tener seis fábricas. Después empezaron a vender acciones a empleados y pequeños inversores y ya tomaron el relevo los españoles al frente del consejo de administración y la dirección general. Había unas reservas de capital de los suecos impresionantes y se inició una gran expansión con operaciones, alguna de ellas ruinosa, como la compra y posterior venta del grupo Faus valenciano, en la que se perdieron miles de millones. Invirtieron también en Portugal, en Brasil, en Francia, en Sudáfrica... Todo eso en plena crisis de los 90, que duró más de los pensaban. Tafisa acabó endeudada y los bancos cerraron el grifo. Entonces fue cuando nos compró Ibersuizas de Inversiones, con Juan Abelló, que lo que hizo fue vender todo lo vendible de Tafisa para sanear el grupo, a su manera claro. Así empezó el declive.

-¿También para los trabajadores?

-Los sueldos elevados que teníamos se fueron adaptando a los tiempos, no nos bajaron el salario, pero no nos lo siguieron subieron como los suecos, y ya había que pelear los convenios colectivos.

-¿Cuántos empleados llegó a tener aquí Tafisa?

-Creo que entre Tafisa y Ramafosa, la rama forestal, llegó a tener 366 trabajadores directos. En la fábrica del Lérez unos 288.

-¿Cómo vivieron la llegada de Sonae?

-Recuerdo que hubo un momento en que las acciones de Tafisa se cotizaban altísimas y cayeron en picado. Sonae había entrado con una pequeña cantidad del 5 % y acabó haciéndose con una opa con más del 99%, que fue cuando tomó las riendas.

-¿Cuál era su cometido en la fábrica?

-Yo estuve antes en Dragados, en la oficina técnica, y me llamaron de Tafisa para ofrecerme un puesto similar. Pero realmente hice de todo, llevaba al mismo tiempo una fresadora, porque era especialista en mecánica, y después pasé al laboratorio. En Tafisa tuve que elegir entre prosperar laboralmente y dejar el comité de empresa o quedarme al lado con los trabajadores. Y elegí a los trabajadores.

-¿La ubicación de la planta en el centro de la ciudad marcó su destino?

-Por supuesto. Tafisa pudo haber invertido más aquí, pero no lo hizo porque la presión urbanística era muy fuerte. También la medioambiental, aunque la fábrica no utilizaba productos químicos. Los residuos de la fibra tapaban el lecho del río, pero se hicieron muchas mejoras. Se instaló una depuradora y un sistema de reutilización del agua.

-¿Cuándo se decide el cierre, todavía ganaba dinero?

-Si. Es una cosa parecida a lo que está pasando ahora con Ponte Caldelas. Teníamos el mejor producto de España que se vendía más caro que el normal y mucha clientela. La fábrica de Linares tenía que haberse hecho en Pontevedra, en otra ubicación. Sonae lo planteó, pero no tuvo el apoyo de la Xunta ni del Concello.

-El convenio de recalificación de los terrenos de Lérez estableció el mantenimiento de los puestos de trabajo. ¿Qué falló?

-Si, pero por 10 años, que ya se cumplieron. Pensábamos que si aguantábamos esos diez años, la planta de Ponte Caldelas se consolidaría. Consiguieron la plusvalía de esos terrenos del Lérez, que era lo que querían, y nos sentimos utilizados. La Xunta, que le dio un millón de euros para el traslado, y el Concello también deberían sentirse mal.

-¿Ve alguna solución para evitar el cierre de Ponte Caldelas?

-Desgraciadamente, está muy complicado. La estrategia de la empresa es cerrar y no negociar. Esta fábrica da beneficios, hace un producto magnífico y la salvación sería que alguien la comprara.

josé luis abal couto jubilado de tafisa y expresidente del comité de empresa

«Cobrábamos tres veces más y llegamos a tener hasta 18 pagas al año»

«Economato, viviendas sociales, club del obrero, el modelo sueco era lo máximo»

«Lo que querían era la plusvalía de los terrenos del Lérez y nos utilizaron»