«El ingeniero que llevo dentro subyace también en mi faceta de novelista»

Elena Larriba García
Elena larriba PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

CAPOTILLO

Quintela volvió a nacer tras un grave accidente en Caldas y ha renacido también como escritor

18 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Enrique García Quintela es todo un personaje, tan caldense como pontevedrés, aunque nació en Ourense. Fue durante 35 años ingeniero jefe de los servicios técnicos del Concello de Pontevedra. Todos los proyectos de infraestructuras de las últimas décadas del siglo XX en esta ciudad llevan su firma y de su estudio privado salieron también más de cincuenta proyectos de plantas industriales. Se jubiló en el 2000 como funcionario y sigue en la brecha, ahora como escritor. De la suplantación al expolio es su ópera prima. Pero a sus 78 años no solo renació para la literatura, también volvió a nacer tras el grave atropello que sufrió en Caldas hace cinco meses y del que aún se está recuperando.

-Lo primero es lo primero ¿Cómo se encuentra después de ese grave accidente?

-De ánimo bien, aunque no podré jugar la final de Brasil. Tengo dificultades para andar y aún me quedan tres o cuatro meses de rehabilitación. Las cebras al volante se creen que tienen prioridad en los pasos que llevan su nombre y a mí una me mandó seis metros por el aire. Caí de cabeza, pero a un funcionario que toreó con cinco alcaldes y sus correspondientes cuadrillas de concejales, no le rompe la cabeza ni cristo. De todas las lesiones que sufrí, lo peor que tengo es la rodilla, que seguramente será irrecuperable. Me salvé de milagro y no quedé tetrapléjico, que hubiera sido lo peor.

-¿Qué hace un ingeniero metido a novelista y cómo surgió esa faceta literaria suya? ¿Tiene que ver con el accidente?

-El ingeniero que llevo dentro subyace en esa otra faceta mía. La novela refleja situaciones de mi vida emboscadas en la trama y la nostalgia de mis años de universidad. El libro estaba escrito antes del accidente y como estuve mucho tiempo inmovilizado, me puse a corregirlo y lo publiqué en formato electrónico en Amazon Kindle, pero me gustaría verlo en edición impresa.

-¿Es una novela histórica?

-La historia solo es el hilo conductor, desde los orígenes de la parafernalia de las peregrinaciones a Santiago. La aparición fortuita de documentación extraordinaria desvela pasajes de la historia de Galicia y España cuando se estaba forjando como nación bajo la férrea tutela de la Iglesia y rescata personajes tan importantes como Doña Urraca, Gelmírez o el Papa Calixto II. Esa documentación, aparecida cinco siglos después, incide en acontecimientos que marcan la vida de los protagonistas de la novela: un orfebre de Santiago, un físico empeñado en descubrir el bosón de Higgs y un policía que estuvo infiltrado en ETA y ahora está ocupado en evitar un atentado al Papa Benedicto XVI en Santiago. La novela tiene historia, misterio, acción...

-¿Quién suplanta a quién y dónde está el expolio que da título a su novela?

-Santiago, que en hebreo significa suplantador, suplanta a Prisciliano y el expolio es el del patrimonio eclesiástico y el robo del tesoro de la catedral durante años. La novela está escrita justo después del robo del Códice Calixtino, que me inspiró para recordar también la historia del tesoro de Caldas, del que se perdió parte por diversas vicisitudes relativas a su hallazgo, reparto y venta.

-Se ve que la jubilación no va con usted. No para.

-Yo no puedo estar parado. Ahora, por ejemplo, estoy aprendiendo a tocar la zanfona y pertenezco a un grupo musical que se llama Amigos do Muíño. Actuamos gratis y sin que nos tiren piedras.

-Desde que dejó el Concello se han hecho muchos nuevos proyectos. ¿Echó de menos participar en alguno de ellos?

-En el del nuevo Pasarón. Yo había hecho un anteproyecto de reforma más ambicioso, con menos hormigón y más acero, con voladizos, mayor capacidad y un gran aparcamiento. Lo hice en un momento de gran preocupación por la ruina del viejo estadio y por lo que podía pasar. Mi proyecto era quizás más grandilocuente, pero tengo que reconocer que este que se hizo está muy bien y está demostrado que el aforo es suficiente. Fui a un partido para verlo por dentro y es muy humano y tiene mucha visibilidad.

-Usted hizo de todo en el Concello, desde conductor de bomberos hasta de relojero.

-Lo de relojero es porque siempre me gustó la mecánica. Me hizo mucha ilusión que aparecieran mis cálculos a tiza en la pared del altillo que alberga el reloj del Concello. Eran para ajustarlo, porque atrasaba o adelantaba una barbaridad con los cambios de temperatura. Y el camión de bomberos era un Magirius PO-45.414 que aparcaba delante de Las Torres cuando iba a tomar café. Esa coña mía, que no era tan coña, lo que ponía de manifiesto era la necesidad de un servicio de bomberos profesional, que hasta entonces era un cuerpo de voluntarios, con un gran mérito por cierto, nunca suficientemente reconocido.

-¿Cuál fue su mayor pesadilla como ingeniero municipal?

-Los años de falta de suministro de agua a la ciudad fueron horribles y hubo que rediseñar toda la red de abastecimiento. La Estación de Bombeo de Monte Porreiro es de mi época y fue clave para paliar el problema, antes del arreglo del Pontillón de Castro. La carallada contra natura más grande que hicimos fue en el puente de O Burgo, donde montamos unas bombas para chupar agua de la tubería de Celulosas y darle presión a la ciudad.

-¿Y su primer proyecto en Pontevedra?

-El montaje de la desaparecida fábrica de tableros de Tafisa, en colaboración José María Pita, Alfonso Barreiro y Antonio Iribarren.

-¿Y de todos los que firmó como ingeniero municipal con cuál se queda?

-Con el del puente de ferrocarril que construimos sin interrumpir en ningún momento el tráfico de trenes y que supuso una importantísima mejora de los accesos a Monte Porreiro.

-Por la reforma del Pabellón de Deportes que diseñó De la Sota, casi le tachan de sacrílego.

-Lo único que hice fue corregir fallos y problemas, sin tocar la estructura ni el diseño inicial. El edificio lo enterraron, para que no sobresaliera tanto, en una zona de mareas y la humedad pudría la pista. La cubierta era traslúcida y se le puso una manta de fibra de vidrio, pero se calentaba durante el día y por la noche cuando enfriaba aspiraba toda la humedad del aire y goteaba, así que le pusimos unos dientes de sierra encima. Tampoco tenía recogida de aguas, que escurría por las fachadas y entraba por las ventanas. No tenía salida de emergencia y no cumplía las normas de seguridad.

-¿De todos los alcaldes con que trabajó con cuál sufrió más?

-El que más lata me dio fue mi amigo Pepe Rivas cuando quería meterse en terreno de los funcionarios, como pasa ahora. A mí que me digan que haga un proyecto, pero que no me digan cómo. Siempre discutíamos por eso, pero se nos pasaba enseguida. Y, paradójicamente, el más demócrata que conocí fue Queizán, que gobernó sin una peseta. Sin renunciar a sus ideas, era un hombre de concordia que se preocupaba mucho por su ciudad, pero alguien en Madrid le falló.

enrique garcía quintela exingeniero del concello de Pontevedra y escritor

«La novela está escrita justo después del robo del Códice Calixtino»

«Yo no puedo estar parado y ahora, por ejemplo, estoy aprendiendo a tocar la zanfona»

«De todos los alcaldes, el que más lata me dio fue mi amigo Pepe Rivas»