«Etiopía no es la de las hambrunas de los años 80»

Elena Larriba García
Elena larriba PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

misiker agullo rodriguez

El periodista retrata un país en proceso de transformación, alejado de los estereotipos que lastran su desarrollo

09 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El periodista Carlos Agulló, subdirector de La Voz de Galicia, presenta hoy, a las 20 horas, en la Facultad de Bellas Artes, su libro Addis Addis, un retrato esperanzador de una nueva Etiopia, producto de su inmersión a lo largo de siete años en la tierra en la que han nacido sus hijos y en una sociedad que lucha por construirse un futuro, dejando atrás los estereotipos de hambrunas, guerras y pandemias.

-¿Su intención al escribir este libro ha sido cambiar la percepción que se tiene de Etiopía?

-Es dar a conocer los aspectos, quizás, más desconocidos de Etiopía y en general de África, aunque el libro está más centrado en Addis Abeba. La intención es, sino acabar, al menos dar una visión de la realidad actual alejada de determinados estereotipos que son un lastre para el desarrollo. En el fondo es un canto de esperanza sobre el futuro del país e incluso sobre el presente de una sociedad que se está dinamizando.

-Muchos siguen identificándolo con las hambrunas. ¿Cuál es hoy la realidad del país?

-Efectivamente, la imagen exterior sigue siendo la de las hambrunas. Han pasado ya casi treinta años de aquello y está transformado con respecto a lo que fue entonces. Esto no quiere decir que Etiopía no siga siendo un país de los más pobres de África y del mundo. Sigue teniendo una situación dificilísima, con episodios de hambre en momentos y en áreas determinadas. Pero su imagen de hoy no tiene nada que ver con la de las hambrunas de los ochenta. Hay una transformación urbana muy grande, especialmente de la capital y algunas ciudades, con unos ritmos de crecimiento en torno al 10 % por año. Está claro que parte de una situación de pobreza muy grande, pero está en un proceso de crecimiento muy acelerado. Otros autores, a los que cito en el libro, han hablado siempre de Addis Abeba como una ciudad en permanente construcción. Y sigue siéndolo, pero ya se ve que van tomando forma algunas de las transformaciones.

-¿Cuáles son los grandes retos que tiene por delante?

-Uno de los retos más importantes es que el reparto de la riqueza que se está generando alcance a toda la población -ya próxima a los 90 millones de habitantes-, porque el gran problema es la desigualdad. Otro es extender la educación al cien por cien de la población. Este, junto con la asistencia sanitaria o el derecho a la vivienda, son aspectos en los que se viene trabajando en estos últimos años y en los que se ha avanzado mucho. También, acabar con las consecuencias de la pandemia del sida, que ahora mismo está en cifras relativamente bajas, pero todavía están surgiendo secuelas de lo que pasó en los 90. Y políticamente, el reto es consolidar una democracia que yo en el libro califico de defectuosa, entre una democracia defectuosa y una dictaduras encubierta. Formalmente, es una república democrática, pero todavía tiene mucho que avanzar para que los derechos civiles sean una realidad al alcance de todo el mundo.

-¿Este libro se lo debía, de alguna manera, a sus hijos?

-Si. El libro es un tributo a mis tres hijos, que nacieron en Etiopía. Si no fuese por ellos, probablemente nunca me hubiese acercado a ese país, ni hubiese sentido esa necesidad de explicar lo que yo me encontré allí.

-Además de su observación personal, recoge testimonios de muchos personajes: atletas, artistas, jóvenes profesionales. ¿Cuál le impactó más?

-Son testimonios muy diferentes, de gentes muy distintas, pero, quizás, si tuviese que quedarme con uno, seria el de Melaku Belay, un bailarín que fue un niño de la calle y a base de un tesón tremendo y de una fortaleza sorprendente, consiguió salir adelante y dedicarse a lo que él quería. Se convirtió en un agitador cultural de la ciudad y en un empresario. El local en el que de niño ponía copas y empezaba a bailar, ahora es de su propiedad y allí trabajan músicos populares. Es una persona que tiene mucho merito por su dificilísima historia. Se quedó solo con 5 años, no conoció a su padre y su madre se fue de refugiada a Sudán. Es un poco la metáfora de cómo las nuevas generaciones del país están tratando de salir adelante.