De cuando descuartizaban a los incendiarios

PONTEVEDRA

FÁTIMA SANTIAGO

Una exposición recoge el pasado de la historia militar de la comarca

02 sep 2013 . Actualizado a las 13:16 h.

1 Hubo un tiempo en España en el que los incendiarios no solo eran ajusticiados, sino que, en determinadas situaciones, terminaban ahorcados y sus cuerpos troceados. Y no fue hace mucho tiempo de esta realidad. Era la época de Carlos III, el mismo del que los madrileños acuñaron el dicho de «el mejor alcalde, el rey». Algunas de sus Reales Ordenanzas se pueden contemplar en la exposición que sobre la Guerra de Independencia acoge el monasterio de Poio. Uno de los textos que se exponen recoge, literalmente, que «los que así en tiempo de paz, como de guerra, tanto en mis dominios, como en países estrangeros, y de enemigos, fueren convencidos del crimen de incendiarios, serán condenados a pena de muerte: Y si lo fuere de lugares sagrados, casas, o sitios Reales, quarteles, en que haya tropa, parques, o almacenes de víveres, o municiones, serán ahorcados y descuartizados».

Estos documentos son una breve reseña de las piezas que componen la muestra Proezas del pueblo gallego 1809, con la que la Asociación Provincial Héroes de la Guerra de Independencia 1809 que preside Tino Viéitez quiere homenajear a los combatientes que se enfrentaron a la mayor fuerza militar del siglo XIX: el ejército napoleónico. Entre los documentos expuestos se encuentran desde un libro de armamento de finales del siglo XVIII hasta diversos planos y mapas, entre ellos uno de 1807 en el que se recogen los nombres de las 32 barcas que atravesaban el Miño desde A Cañiza hasta la desembocadura del río y otro, de 1733, de la fortaleza de Tui que nunca se llegó a levantar y que pretendían sus impulsores que fuera «similar o superior a la de Valença».

La muestra tuvo ayer un visitante de excepción, el general jefe de la Brilat y parte de los mandos militares de la brigada. A José Antonio Alonso Miranda «le llamó la atención todo -según expuso Tino Viéitez-, pero sobre todo lo referido a los lugares donde hubo batallas refriegas y escaramuzas». No en vano, el máximo responsable de la unidad pontevedresa «es un hombre ducho en el tema. Se nota que sabe de la Guerra de Independencia hasta lo más mínimo». No obstante, fueron dos detalles por encima de los demás los que, aparentemente, atrajeron la atención del general Alonso Miranda. Por un lado, el documento por el se constituyeron las alarmas, esto es, «el pueblo militarizado» y, por otro, una silla de montar de un coracero francés.

Además de saludar al alcalde de Poio, Luciano Sobral, y a Juan Baca, comendador de la Orde de la Merced, Alonso Miranda tuvo ocasión de conocer a varios descendientes de los héroes de aquella guerra. Así pudo saludar a Ricardo Troncoso cuyo antepasado, Mauricio Troncoso, fue «el abad del Couto, que fue el cura de Arbo que se sublevó contra los franceses. El primero que se sepa en toda Galicia que hizo frente al ejército napoleónico», y Enrique Varela, descendiente de «Enrique y Jacobo Varela, los dos señores del Pazo da Buzaca que comandaron la alarma de Peñaflor, que comprendía Cuntis, Caldas, Moraña, Campo Lameiro...».

Héroe de Lourido

2 Y de los héroes del siglo XIX a un héroe del XXI. Ayer, el subdelegado del Gobierno, Antonio Coello, felicitó al guardia civil Carlos Blanco por el auxilió que prestó, el pasado 19 de agosto, a dos mujeres que corrían riesgo de ahogarse en Lourido (Poio). Destacado en el Grupo de Reserva y Seguridad acuartelado en Castrosenín, el agente ya ha sido distinguido en cuatro ocasiones anteriores, una de ellas -la Cruz con Distintivo Rojo de la Orden del Mérito del Cuerpo concedida en el 2002- a raíz de una intervención en Rois (A Coruña). En aquella ocasión, redujo a un individuo aquejado de una enfermedad mental que, armado con un hacha, ofrecía resistencia a los guardias que trataban de trasladarlo a un centro hospitalario. Coello subrayó que «los actos humanitarios engrandecen aún más a las personas y al cuerpo de la Guardia Civil». Al encuentro, acudieron el coronel Davó Soler y el comandante Fuentes Pedreira.