«El carnaval de verano de Shiva fue el germen del actual entroido»

Elena Larriba García
Elena larriba PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

12 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

En 1940 una orden ministerial prohibía el carnaval callejero y Pontevedra fue una de las pocas ciudades españolas que supo mantenerlo vivo, aunque reducidos y a cubierto en las sociedades recreativas y disfrazado de fiestas de primavera. Después de cuarenta años oscuros y de cuaresma forzosa, volvieron a salir a la calle en 1984 y a ese resurgir contribuyeron los empresarios de las discotecas de la ciudad y una comisión de ciudadanos imaginativos. José Víctor González, entonces copropietario de la mítica discoteca Shiva, fue uno de sus reimpulsores y, además, tuvo la ocurrencia de recrear la parodia de la muerte y entierro del loro Ravachol, símbolo del entroido pontevedrés.

-Casi treinta años después del resurgir del carnaval en la calle ¿Cómo ha visto su evolución?

-Desde un punto de vista más personal, cuando nosotros empezamos teníamos aquella ilusión especial por crear algo que calara en la ciudadanía. Había mucha improvisación, espontaneidad e imaginación. Montabas algo y en el momento y en el sitio más inesperado surgía la fiesta por la cantidad de gente que se sumaba, prácticamente sin convocatoria previa. Hoy el entroido está muy profesionalizado en el sentido organizativo, el programa fue creciendo y los colectivos preparan su participación con un año de antelación. Está muy bien, pero yo echo un poco de menos aquella improvisación y aquella espontaneidad del principio, cuando después del desfile te encontrabas a las comparsas y a los grupos por los bares o por cualquier esquina, tocando, cantando y haciendo su parodia.

-¿Cómo fueron los prolegómenos de aquel resurgimiento callejero y qué papel jugó la discoteca Shiva?

-Yo creo que el carnaval de verano de Shiva fue algo así como el germen del actual entroido en la calle. Era una discoteca muy activa a la hora de organizar fiestas, tanto dentro como fuera del local. En los años 1981, 1982 y 1983 invitábamos a la gente a celebrar con nosotros un carnaval de verano. Lo hacíamos en agosto y duraba una semana. El jueves había un baile de disfraces y el viernes salía una caravana con toda clase de vehículos engalanados humorísticamente. La concentración era a las 10 de la noche en la plaza de Barcelos, repartíamos rosquillas y cerveza, recorríamos toda la ciudad, sobre todo el casco viejo, volvíamos a Barcelos y luego empezaba la juerga en la discoteca, con la entrega de premios.

-¿Y cómo se expandió aquella iniciativa?

-En diciembre de 1983 se produjo el incendio de la discoteca Alcalá 20 en Madrid, en el que fallecieron 81 personas, y aquel trágico suceso desató en todas las ciudades una gran preocupación por la seguridad de los locales de diversión. Los responsables de las cuatro discotecas que había entonces en Pontevedra - Atlántida, Equus, Shiva y Daniel- nos reunimos en el Mercantil para ver si cumplíamos o no cumplíamos la normativa de cara a las fiestas de Fin de Año, porque la Administración nos apretaba. Tengo que decir que Shiva era la única que cumplía en aquel momento, porque tenía dos puertas de acceso y salida que daban a dos calles diferentes.

-Y después de esa primera reunión vinieron otras.

-Vinieron otras y acabamos formando una comisión coordinadora de discotecas y sociedades para hacer unos carteles del carnaval de Pontevedra y organizar entre todos un desfile de disfraces al estilo de los que ya había hecho Shiva, con el propósito de atraer a gente de toda Galicia. Y así se celebró por primera vez, en esa nueva etapa, en marzo de 1984, el magno desfile de disfraces encabezado por el rey Urco y por Teucro.

-¿Quién se sumó a aquella comisión organizadora?

-Se sumó mucha gente, empezando por José Manuel Brea y su hermano Jesús, en la parte técnica. Tenían una gran experiencia en la organización de las procesiones de Semana Santa. Y no me digas que eso no tiene su miga. Por la Semana Santa, entraron en el carnaval. En la comisión organizadora estaba también Manuel Rodríguez Pousada, que era concejal y muy carnavalero, además de Antonio Reguera, Carlos Rivas, Alberto Guerra (primer rey Urco), Salustiano García-Louzao, Suso Maquieira, Peregrino Vázquez, Carlos Osorio, Manuel Santos...

-¿Cuándo pasa a asumir el Concello la organización?

-Nosotros hicimos los carnavales de 1984 y 1985. Y Pousada era nuestro enlace con el Ayuntamiento, que nos daba el dinero para los premios. El resto lo financiábamos nosotros pidiendo dinero a la Cámara de Comercio, a la Caja de Ahorros, y a las casas comerciales. El Concello, con Pepe Rivas de alcalde, asumió la organización en 1986. El éxito era enorme y aquello se nos iba un poco de las manos, más que nada por cuestión de pasta. Así que se lo entregamos al Concello y nosotros pasamos a ser sus colaboradores.

-Ravachol se incorporó en 1985 y tiene su propia historia. ¿Cómo se le ocurrió?

-Años antes yo le había oído contar por la radio a Paco Vélez la historia de Ravachol y, estando en casa enfermo, releí el libro De mi viejo carnet, de Prudencio Landín. Vi que ahí había un guion del divertido episodio de la muerte y entierro del famoso loro de don Perfecto Feijoo. Sucedió el 8 de marzo de 1913 y, al coincidir con el entroido, un grupo de humoristas revolucionó a la ciudad ante tal acontecimiento. Entierros de la sardina había muchos. Y aquí decidimos enterrar al loro.

-¿Pensó que podía llegar a convertirse en el símbolo del carnaval pontevedrés?

-Cuando lo propuse, mi sorpresa fue que el 90 % de la gente no sabía quién era Ravachol. De los que estábamos allí, solo Brea y yo. Pero pensaba que podía calar. La idea era que la gente retrocediera por un día a principios del siglo XX, como regresa a la época medieval con la Feira Franca, pero no lo conseguimos del todo. Los primeros diez años, los desfiles fúnebres fueron espectaculares, la gente iba muy bien vestida. Ravachol tenía su propia escolta, la comparsa de los Shivaritas, que lo paseaba mucho por la ciudad, y un periódico carnavalesco, Ravacholete, donde contaba sus andanzas. Con el loro, Shiva seguía siendo la oficina del Carnaval, allí lo presentábamos y Viviana Araújo, su alma máter, lo disfrazaba.

-Al principio era muy crítico y ahora dicen que está más domesticado. ¿Lo cree así?

-Sus disfraces eran críticos, pero elegantes, nada chabacanos, y hacían honor al carácter burlón del loro auténtico. El Concello nunca nos puso cortapisas en ese sentido. Viviana dejó de hacer el loro en el 2003, tomaron el relevo otros colectivos y sí, quizás perdió un poco de espontaneidad.

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