«Mi abuela siempre dijo que me dedicase a lo que me gustaba»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

18 feb 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Walter Nieto nació encima de una tabla y no está dispuesto a bajarse de ella nunca. Ni cuando vivía en Uruguay ni ahora que se enfunda el neopreno en Combarro. Oírlo hablar da cierta dosis de envidia. Ha hecho de su pasión, su trabajo siguiendo el consejo de su abuela. «Ella siempre me decía que me dedicase a lo que me gustaba», explica.

Así que siguiendo el instinto, las recomendaciones y el sueño europeo, hace siete años llegó a las Rías Baixas. «Estuve trabajando durante un año y medio en un astillero y por las noches reparaba las tablas», reconoce este surfero de profesión y vocación, que ahora ya cuenta con un pequeño taller en Portonovo desde donde hace de forma artesanal cerca de tres tablas a la semana.

Aunque su sustento es el diseño de las tablas, las olas siguen marcando el ritmo de vida de este artesano. «Trabajo de nueve a dos pero si hay olas, a las 12.30 horas me voy y sigo por la tarde», bromea mientras comenta algunos de los rincones donde busca la ola perfecta. A Lanzada, Montalvo, Foxos, el pico de Patos e incluso Ons. «Muchos de mis amigos del País Vasco o Cantabria vienen a surfear las olas grandes», asegura, mientras se calla las pistas para llegar a otros rincones menos explotados de las Rías Baixas donde hay «picos guapísimos».

«Empecé con 15 años a reparar y a los 16 años hice mi primera tabla», asegura veinte años después. Estos fueron los primeros pasos, pero la carrera empezó a coger ritmo en Brasil, donde aprendió de un shaper, pero la competencia del país y las faltas de expectativas de Uruguay le llevaron a cruzar el charco a la tierra natal de sus abuelos. «Hasta hace un año era el único que hacía tablas, pero sé que ahora hay otro brasileño en la zona de Carballo».

Para surfistas y tiendas

Desde su taller, Zorlak, trabaja por encargo tanto para surfistas individuales como tiendas. La calidad es su seña de identidad. Da forma al foam, le da las capas de fibra y la resina de poliéster en un semana. «En mi vida he hecho cerca de 1.300 tablas», indica. Y no tiene pensado parar. Además Internet juega a su favor para seguir ampliando mercado, aunque el boca a boca es el verdadero protagonista de su éxito. Ahora empieza a profesionalizarse a través de la web.

La artesanía no está reñida con la crisis, ya que no ha notado una caída de las peticiones, quizás porque el surf está ganando cada vez más adeptos entre la gente joven. «El mar te da algo que es irracional», explica Nieto, que a pesar de la invasión china en la compra de la primera tabla, los surfistas después prefieren una que se adapte mejor a ellos. Y ahí es donde entra su experiencia.

Su abuelo lo metió en el vicio del mar en las playas uruguayas y su abuela acaba de lograr casi lo imposible y lo impensable. Recuperar el origen de un sueño. La primera tabla que hizo acaba de regresar ahora a sus manos, o mejor dicho a las de su abuela, que no hace mucho tiempo lo llamó para decirle que le acababa de comprar su primer trabajo a un cliente en Uruguay y «la tiene en un altar».