«Nunca te acostumbras a la mirada de una madre que acaba de perder a su su hijo»

Nieves D. Amil
Nieves D. Amil PONTEVEDRA/LA VOZ.

PONTEVEDRA

El personal sanitario del 061 asegura que las desgracias no se superan con la experiencia, pero aún así luchan por hacerlo

07 ene 2011 . Actualizado a las 02:00 h.

El pasillo tiene a un lado las habitaciones, al otro, la oficina, los baños y un salón donde dos personas descansan en un sofá. En el de enfrente alguien mira atento la televisión. Parece un hogar, si no fuera porque quienes lo habitan viven en su interior uniformados, perfectamente vestidos y calzados, para poder llegar a la ambulancia en menos de 90 segundos. Ese es su tiempo de respuesta a una llamada de teléfono.

Viendo la estampa parece que uno se adentra en el decorado de la serie Hospital Central, pero el personal sanitario del 061 de la base de Pontevedra es de verdad. Cada día salen una media de cuatro o cinco veces por una urgencia. A veces lo son de verdad y otras, no tanto. Solo son miedos. «La salida más habitual es la de un persona con dolor de pecho y agobio», explica el coordinador del equipo, el médico Camilo Cores, que después de 14 años en el 061 reconoce que hay situaciones a las que ni la experiencia logra restar intensidad emocional. «Nunca te acostumbras a la mirada de una madre que acaba de perder a su hijo», asegura. Aunque se nota resignación en sus palabras, reconoce que «las buenas noticias te ayudan a seguir trabajando».

La última hace apenas unas semanas, cuando una embarazada que recogieron en Cotobade se puso de parto cuando iba en la ambulancia y antes de llegar al hospital ya nació el bebé.

Recuerdos más amargos

Aunque también hay recuerdos agridulces, como el de una chica de 32 años que le aplicaron un desfibrilador externo semiautomático (DESA), pero se murió una semana después a causa de unos daños cerebrales. «Su familia donó los órganos y dio vida a otras cinco personas», explica Cores. «Hace poco se salvó la vida un chico joven que sufría una muerte súbita y logró sobrevivir». Escuchar la grabación del DESA es escalofriante. Treinta minutos de reanimación que logran sacar adelante a un chaval de 28 años.

¿Cómo funcionan?

En Pontevedra solo hay una ambulancia medicalizada, la otra está en Vigo y una más en Mos. En total, Galicia cuenta con diez vehículos y dos helicópteros. «Estamos peor que el Samur, de Madrid, pero mejor que en Uganda», bromea Cores cuando se le pregunta si son suficientes estos dispositivos. Dividen su espacio en isócronas que marcan un radio de actuación de aproximadamente veinte minutos.

Cuando el paciente llama por teléfono le descuelgan en una centralita de Santiago, en la que trabajan operarios y profesionales sanitarios, que le aplica un sistema de coordinación de la demanda preparado para que en cuestión de segundos puedan reconocer el problema. Realizan cinco preguntas claves para diagnosticar: qué le pasa, a quién, cómo, desde cuándo y dónde. Si el operador no puede calcular el alcance, será un médico el que intentará averiguar más cosas para ajustar la respuesta a la demanda.

Ese es el primer paso antes de dar la voz de alarma a la base correspondiente. «Tenemos dos teléfonos móviles de compañías diferentes, uno fijo y el ordenador para que podamos estar siempre en contacto», explica el coordinador.

El sistema recoge cuántos recursos hay en activo en toda Galicia y los pone en marcha. El médico, el enfermero, y los dos técnicos que viajan en la ambulancia están controlados durante todo el proceso, desde que sale de la base hasta que vuelve. En ocasiones se puede solucionar por teléfono, pero son cerca de dos mil veces al año cuando hace falta que te den tranquilidad agarrándote la mano.