La incertidumbre rodea a la campaña de desarme de insurgentes promovida en la zona de operaciones

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA/LA VOZ.

PONTEVEDRA

05 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

En los últimos tiempos se ha informado de una serie de éxitos cosechados por el Programa para la Paz y la Reintegración que impulsa el Gobierno afgano con el apoyo de la fuerza internacional. De este modo, en varias ocasiones, se ha dado cuenta de grupos de insurgentes que han entregado las armas comprometiéndose, por un lado, a acatar la legislación y, por otro, a ayudar a que otros grupos sigan su mismo camino.

El problema es que, según indicaron mandos del Ejército, no se tiene la seguridad de que tales insurgentes cumplan la palabra dada. En este sentido, aludieron a que puede darse el caso de que un combatiente, ante la proximidad de un duro invierno, considere que es preferible el calor de un vivienda, por muy mala que sea, a pasar varios meses a salto de mata, de cueva en cueva y a la intemperie.

La incertidumbre surge cuando los militares se preguntan sobre lo que ocurrirá en primavera. Son varios los que consideran que habrá algunos insurgentes que habrán cogido el dinero que se les dio para dejar las armas y volverán a las andadas en cuanto las temperaturas suban unos grados.

Caso paralelo: Somalia

Es una situación al temor que existe con respecto a la misión de Uganda, donde personal de las Fuerzas Armadas están adiestrando a lo que se espera sea la columna vertebral del futuro Ejército de Somalia. El problema es que nadie puede garantizar es que un porcentaje de estos soldados finalmente pasen a engrosar las listas de la bandas de piratas que atacan los intereses españoles.

De este modo, se estaría ante la paradoja de que dinero que España está destinando a la formación de supuestos militares terminaría, de alguna manera, subvencionando a los piratas.

Asimismo, y ya en el caso de Afganistán, se tiene el convencimiento de que parte del dinero que se invierte en el mantenimiento de las estructuras del Gobierno podría estar revirtiendo en la insurgencia. Es un círculo vicioso en el que los billetes pasan de las potencias aliadas al Ejecutivo afgano y de este último a alguna compañía privada encargada de la seguridad de, por ejemplo, un convoy o unas instalaciones.

El problema es que muchas de estas empresas no dudan en pagar a la insurgencia para que no les causen problemas o para las mercancías atraviesen un territorio sin mayores problemas.

A la vista de este panorama, la mayoría de los militares consultados se lo toman con resignación y como un mal menor: «Acaso no hay guardias civiles y policías corruptos en España, donde gozamos de una democracia asentada. Nunca se puede tener la certeza absoluta», apuntaron estas fuentes.