«Es una pena que esta Semana Santa no se declare de interés turístico»

PONTEVEDRA

El presidente de la Cofradía del Espíritu Santo lleva cincuenta años participando en los preparativos y procesiones de una celebración con 600 años de historia

27 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Es probable que cuando lean estas líneas Jesús Brea esté ya en las Ruinas de Santo Domingo con algunos de sus compañeros de la Cofradía del Espíritu Santo. Cada víspera del Domingo de Ramos, los cofrades comienzan los preparativos para el montaje del paso del Ecce Homo, que es el que sacan en la procesión del Jueves Santo, y de la Santa Cruz, en el caso del Viernes Santo. El antiguo convento es la base de operaciones durante la semana para estos cofrades, el lugar de donde salen y donde disponen y recogen todos sus enseres.

Este año, Brea cumple sus bodas de oro en la entidad, a la que se unió con solo diez años por sugerencia de su hermano José Manuel, ya fallecido, que fue uno de los principales valedores de la Semana Santa pontevedresa y a quien ha sucedido como presidente de esta cofradía. Aunque, por cuestiones de salud, este año, al igual que el pasado, tendrá que ver las procesiones desde la barrera, donde, como dice, «se sufre más».

Para este profesor, la Semana Santa pontevedresa, que acumula seiscientos años de historia, pasa por una etapa de recuperación. «Hubo un momento en que la tradición se perdió un poco, pero ahora se está recuperando -señala Brea-. Es una pena que no se declare de interés turístico, porque lo merece por todo su contenido. Se ha pedido ya varias veces. Creo que la Semana Santa pontevedresa no desmerece nada con respecto a otras de Galicia que sí tienen esa distinción». Afirma que la de Viveiro debe su trascendencia a las imágenes articuladas, y que por ejemplo, la de Ferrol, «personalmente no me gusta».

El profesor Filgueira Valverde fue el artífice de la creación de la Cofradía del Espíritu Santo, en sus tiempos de director del Instituto, en 1956. Alumnos del centro fueron los primeros integrantes y en la actualidad, la entidad sigue teniendo en sus filas ex estudiantes de los institutos, aunque es abierta a todo aquel que desee entrar, y reúne a unas cien personas.

Una hermandad variopinta

«Somos una cofradía variopinta -dice-. Tenemos políticos, médicos, un farmacéutico, profesores, policías, hosteleros, y gente que está en paro...». El relevo generacional está garantizado, porque también pertenecen a la entidad muchos jóvenes, familiares de los cofrades más veteranos, «que son los que van cogiéndole cariño para luego tirar del carro». Y esto es literal, ya que lo de portar la imagen a hombros es algo a lo que no se han atrevido. «Lo hemos hablado alguna vez, pero de momento no lo intentamos, porque tendríamos que ser bastantes más cofrades -explica- para poder sacar gente de filas y con una garantía de poder llevar la imagen dignamente. No es solo el peso de la imagen, es el peso de los faroles... A la hora de cargar todo ayuda».

Se trata de la única hermandad íntegramente masculina entre las siete que participan en la Semana Santa pontevedresa y Brea confiesa que hasta el momento no se ha planteado el debate sobre la incorporación de mujeres. «No somos machistas -aclara-, pero en principio nuestra línea es mantenernos así. Las mujeres que quieran incorporarse a una cofradía pueden hacerlo a una mixta o a una femenina, como la de Nuestra Señora del Mayor Dolor». Por otro lado, los cofrades no pagan una cuota fija, sino que cada miembro aporta lo que puede, cuando puede.

El hábito que visten no ha cambiado desde sus inicios. Es de color grana, con capirote blanco, guantes blancos, cinturón de cuerda de seis vueltas, calcetines negros y zapatos negros, «aunque el 80% de los cofrades procesionan descalzos ya desde hace muchos años». Otros miembros, como el que porta la Cruz guía (Brea lo hizo durante 25 años), el veedor o la persona que ostenta la presidencia de la cofradía visten en cambio, hábito blanco y capirote grana. ¿Y cómo se ve una procesión debajo del capuchón? «No se sabe ni lo que se ve, ja, ja», comenta Brea, que recuerda que alguna vez uno de sus compañeros se lo colocó mal y pensaba que solo le habían hecho un agujero para los ojos.

El peor enemigo para el cofrade es la lluvia, aunque en la ciudad del Lérez no se llega a los extremos pasionales de Sevilla. «Sufrimos -afirma Brea-, porque ya no es solo lo gastado, sino el tiempo invertido, el cariño que le has puesto y que no puedas salir, fastidia». Les pasó sin ir más lejos el pasado año el día del Jueves Santo, donde se suspendió la procesión «con muy buen criterio, porque a las ocho cayó una tromba...». «Se estropearían los mantos y los faldones y los hábitos no estarían en condiciones para el día siguiente», comenta.

En el montaje del paso del Ecce Homo (del que tuvieron que hacer una réplica por la carcoma del antiguo, que databa del siglo XVI) tardan al menos un día, pero luego está la preparación de los hachones (antorchas con luz eléctrica), la ornamentación de las flores y los faldones, que renovaron el pasado año. «Hay muchos gastos -afirma-. Solo las bombillas de los hachones valen tres euros, y simplemente con apretar un poco, cascan».