Sorprendente Arturo Fernández

Leopoldo Centeno

PONTEVEDRA

02 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Para cierre de su temporada teatral, Caixanova ha tenido el acierto de programar la divertida obra de Eric Assous La montaña rusa, contando para ello con dos espléndidos intérpretes: Arturo Fernández y Carmen del Valle. Ante todo, hemos de indicar que Arturo Fernández es un hombre de teatro: es un actor que gana mucho con el directo. Dirigirse al público cada noche es una nueva experiencia, es volcarse en el enriquecimiento del texto, es una recreación del mismo y, sobre todo, una atractiva aventura. Todo ello nos pareció observar en el transcurso de la representación, con magnífica puesta en escena debida a la versión española del inteligente Juan José de Arteche, presentada por la Compañía Teatral del propio Fernández que, a su vez, es el director de la obra. ¡Sorprendente!

Sorprendente la obra, la escenografía y decoración y, sobre todo, la interpretación a cargo de sus dos únicos personajes en este Extraños en la noche, donde Fernández (actor con mimbres suficientes para llenar el sólo el escenario), perfectamente arropado por la gran actriz Carmen del Valle, dan acalorada vida a un historia actual, con unos altibajos tan interesantes que minuto a minuto cambiaban la línea discursiva cual montaña rusa: arriba y abajo, derecha e izquierda, giros sorprendentes, vértigo, emociones, sorpresas. En su sinopsis argumental, leemos en el programa de mano: «César (Arturo Fernández) es un hombre maduro, físicamente atractivo e interesante, un empresario de éxito, con una vida familiar estable y feliz? Aparentemente lo tiene todo y cree que todas las piezas de su vida están perfectamente encajadas. Imposible para él imaginar que un atardecer de invierno va a vivir una de las peripecias más sorprendentes que le pueden suceder a un hombre. La peripecia tiene un nombre de mujer: Lola (Carmen del Valle). Es muy atractiva, simpática y aparentemente dispuesta a una aventura sin más complicaciones? Sin embargo, con ella nada es lo que parece?» Se conocen en un establecimiento de copas y al no poder charlar con comodidad, la invita a su casa, en ausencia de su familia. ¡Qué noche la de aquel día! Un texto perfectamente urdido, conformando una comedia donde pasar de la sonrisa a la risa o de ésta a la carcajada, era como un simple chasquido de dedos.

Hacía tiempo que no se observaba al público tan regocijado con una obra teatral. Las risas y carcajadas eran tan frecuentes que, incluso, dificultaban la percepción de las frases siguientes. Y todo ello acompañado del donaire, tono, expresión y chulesca arrogancia de su protagonista. Imaginémonos a Arturo Fernández pronunciando frases como: «Podrás soportar mi ausencia durante unos minutos», mientras se dirige a otra estancia de la vivienda; o cuando ella le dice: «Tienes una conversación interesantísima», a lo que él responde: «Eres inteligentísima. Las coges al vuelo. Bueno, es que yo me expreso muy bien»; o aquella que dice: «A los hombres no nos importa salir con una casada». El retorcimiento del nudo de la obra es tal que cuando ella parecía no conocerle, él respondió: «¡Yo llevo muchos, muchísimos años conmigo y aún no me conozco!»; o cuando refiriéndose a la joven, dice: «Otra como ésta y no veo más la calle»; o la que pronuncia hacia el final de la obra: «Siempre fui un distraído y a lo mejor se me olvidó envejecer».

Este mano a mano a lo largo de 131 minutos, con sus frases chulescas, cortantes, directas, hilarantes, histriónicas y a veces cual dagas lanzadas a la yugular, otras dulces y delicadas que, desde el principio, atrapan en sus redes al espectador, fue resuelto con la gran profesionalidad y veteranía de un actor como la copa de pino como lo es Arturo Fernández, con su peculiar forma de expresión (nos gustaría verle algún día en una obra-monólogo escrita para sus características), a cuyo nivel artístico respondió a la perfección Carmen del Valle: espléndida, radiante, desenvuelta, con muchos quilates en escena. Una obra enormemente divertida y que a la postre resultó un brillante broche de oro de la temporada teatral.