Una familia con estrella

PONTEVEDRA

Luciano Martínez cree que lo primero que deberían aprender los niños en el colegio es el lugar que ocupamos en el universo. Sus hijos han tomado nota

03 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuando Luciano Martínez tenía 13 años descubrió que las estrellas tenían colores. Fue ojeando un libro de astronomía en la biblioteca. Decidió comprobarlo por sí mismo y ahí comenzó una afición que, como dice, nunca deja de sorprenderle porque «cada día es distinto».

Su primer telescopio lo construyó él mismo pieza por pieza un año después. Y cuando terminó el bachiller, su padre le suscribió un año a la Agrupación Astronómica de Sabadell -«aquí no había ninguna»- . A partir de ahí inició contactos con otros apasionados de este mundo y, en la actualidad, pertenece a dos asociaciones de Pontevedra, Rías Baixas y Sirio.

Siempre ha vivido en el rural, así que tuvo buenos lugares para la observación. A la hora de elegir su casa, en Xeve, este fue un factor esencial y así, dispone de un espacio privilegiado para el disfrute de su hobby, que comparte con su mujer Ana y que han heredado también sus hijos Laura, Roberto y Jorge. Ellos ya tienen su propio telescopio, que manejan con familiaridad, y aunque son pequeños para acompañar a su padre en salidas, disfrutan sobre todo tumbados en el jardín con sus padres para ver las perseidas (lluvia de estrellas fugaces) en las noches de agosto. Galicia, no obstante, según Luciano, tenía mejores condiciones para la observación que en la actualidad, «porque hay mucha contaminación lumínica, algo que debería estar más regulado».

Carácter y humildad

El padre destaca que este es una afición «que imprime carácter y humildad». «Conforme vas viendo las cosas y enterando de los astros y sus relaciones, te das cuenta de tu sitio, de lo poco que somos -explica-. Cuando pones el ojo detrás del ocular y ves hacia una galaxia, te imaginas que eso que estás viendo es una imagen que ha salido de allí hace millones de años, y dices, yo estoy aquí durante 60, 70, u 80, un paréntesis ínfimo. Eso te da una perspectiva que creo que es lo primero que deberían aprender los niños en el colegio, el lugar que se ocupa en el universo, porque la Tierra es un oasis en medio de la nada».

Martínez reconoce que «hay una línea importante entre lo que ves en los libros y por el telescopio». «Generalmente, el aficionado, cuando ve por primera vez por el telescopio se queda un poco decepcionado, porque casi no ves colores, solo los ves en los planetas, pero las galaxias o nebulosas se ven en blanco y negro -indica-. Sin embargo, cuando conoces el objeto, sabes lo lejos que está y lo importante que es, casi juegas a partes iguales en imaginación y vista». Dice que le quedan muchas cosas por ver. Por ejemplo, persigue desde hace tiempo la compañera de la estrella Sirio, llamada Sirio B. «Es una enana blanca y forman un sistema. La he buscado varias veces sin éxito». Otra espinita es el eclipse total. Pero en el diario en el que anota todas sus observaciones, describe como verdaderas «joyas del firmamento» las estrellas de colores dorados o granates, las que despertaron un día su afición.

Cada uno de sus hijos tiene un planeta favorito. Laura no duda al decir que lo que más le gusta ver por el telescopio es Saturno. A Roberto Urano y a Jorge Neptuno. Luciano interviene para contar que, por ejemplo a Rober, le fascina comprobar cuán lejos están las cosas que ve. «Siempre pregunta la distancia», dice su madre. El pasado verano fueron todos juntos al observatorio de La Hita, en Castilla-León. Y este año de la astronomía, los pequeños han podido disfrutar de la charla que dio su padre sobre el tema en su colegio, al que Jorge llevó también su telescopio. «Me gusta que comprendan que encontrar un planeta como el nuestro es una suerte». Ellos ya lo saben.