La joven de la selva no se adapta a vivir en sociedad

Jordi Calvet

PONTEVEDRA

Un equipo de Psicólogos sin Fronteras le prestará ayuda en su aldea de Camboya

12 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

La misteriosa joven de la selva camboyana que hace casi dos años conmovió al mundo con su aparición tras dos décadas en paradero desconocido aún hoy tiene problemas para adaptarse a la sociedad, pese a la ayuda psicológica recibida. De la mano de su padre, caminando tímidamente, Rocham Plieng se acercó y se sentó, tranquilamente, en un banco de madera para recibir a la nueva unidad móvil de atención psicosocial de Psicólogos sin Fronteras, que empezará a dispensarle tratamiento para ayudarla a reintegrarse en sociedad.

En enero del 2006, unos leñadores sorprendieron a la joven desnuda y robando comida en la jungla de Ratanakiri, en el noreste de Camboya, donde, supuestamente, habría vivido sola durante casi dos décadas tras perderse siendo una niña de siete años mientras cuidaba unos búfalos. Bautizada como la «joven de la selva» por un mundo asombrado por su historia, Plieng parece una chica normal, ensimismada, que se deja ver por el patio de su modesta casa de madera en la remota aldea de Oyadaw.

Aprender a sonreír

Aceptar compañía o sonreír son algunas de las cosas que ha aprendido esta ya mujer de 28 años desde que vive con una familia convencida de que ha recuperado a la niña que, según cree, les fue arrebatada un día por los espíritus del bosque.

Poco queda de aquella chica asilvestrada que cuando reapareció hurgaba en la tierra en busca de gusanos para comer y huía ante la presencia de otras personas. Incluso ha ganado peso, gracias a la regularidad de las comidas. «Hemos logrado que ya esté preparada para enseñarle habilidades sociales, a tener conductas adecuadas en su contexto», explicó Héctor Rifá, el psicólogo que la atiende y profesor de la Universidad de Oviedo.

Una deficiencia auditiva, secuela de la malaria o quizá de una infección, es la principal dificultad para romper el caparazón en el que la chica vive todavía recluida desde sus años en la selva. A salir de la cáscara, a que se relacione y normalice su vida, se va a dedicar el equipo de expertos, cuya labor financia la Agencia Española para la Cooperación Internacional al Desarrollo (Aecid), y que desde hace tiempo trabaja en esta región camboyana habitada por las etnias Jarai, Tampuan y Phnom.

«Al principio reía sin sentido, pero ahora ya empieza a contextualizar las sonrisas», indicó Rifá, experto en técnicas de observación aplicadas a las comunidades indígenas de Ratanakiri. Según Rifá, para normalizar la vida de Pleing fue vital mantenerla en la casa familiar de una pequeña aldea a unos 20 kilómetros de la frontera con Vietnam, y a la que solo se llega por un interminable camino de barro y plagado de baches. De aquel revuelo que desató la avalancha inicial de periodistas y curiosos para ver a la criatura salvaje no queda ni rastro. De rechazar todo contacto, dar la espalda a otra gente y evitar la mirada, la chica ha pasado a saber estar en compañía, se sienta derecha, muestra emociones y responde a estímulos. Enseñarle a lavar la ropa o a ser capaz de ir a comprar al mercado será el siguiente paso.