El Caracol exalta el arroz en Poio

López Penide alfredo.lopez@lavoz.es

PONTEVEDRA

14 oct 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

«Sin lugar a dudas, el arroz es algo más que la paella». Con esta sencilla, pero a la par contundente, afirmación, Manuel Lodeiros Meijide, cocinero del restaurante El Caracol (bajada a la playa de Covelo, en la parroquia de Samieira en Poio), resaltaba ayer el principal trasfondo de las primeras jornadas de Arroz Total que organiza desde hoy este establecimiento. Meijide aludió a que, entre las decenas de tipos de arroces que hay, las jornadas se centrarán en cuatro: negro, una variedad con mucha fécula, una silvestre y el vaporado. Dependiente del plato, se empleará un tipo u otro. Este coruñés, con multitud de años de experiencia pegado a los fogones, reconoce que el principal problema a la hora de preparar este cereal es «darle el punto exacto», ya que «no es una ciencia exacta. No es matemático porque te condiciona el agua o la temperatura o, claro está, el tipo de arroz». No obstante, una vez se coge el punto, se trata de un producto «fácil de elaborar y que se puede emplear tanto en la cocina tradicional como en la creativa».

De cara a estas jornadas, El Caracol ha habilitado, además de la carta de siempre, los clientes podrán degustar una serie de propuestas elaboradas para la ocasión. En este sentido, Meijide subraya que un menú típico podría estar constituido por «una ensalada de arroz con mucho almidón, con una cocción de 18 minutos y macerado durante dos horas con un aliño de vinagre de Modena y aceite de oliva, y verduras salteadas. Hay que servirlo templado», para, «a continuación, una caldereta de arroz y pulpo, a la que podríamos añadir unas alubias de la tierra. Esta mezcla le daría un sabor muy especial, con una mezcla de tonalidades». Y para terminar, de postre, unas «torrijas de arroz con reducción de vino de Oporto». Consciente de que «el arroz marca la diferencia. A las personas, les gusta o pasan de él totalmente», El Caracol ofrece una suculenta carta en la que se pueden encontrar especialidades gallegas, como los mariscos o los pescados, y otros platos menos típicos. Entre estos últimos se pueden encuadrar el rabo de toro a la cordobesa -«Manuel, lo borda», sentencia Francisco Javier Martínez Salceda propietario, junto con Blanca, de este restaurante- o el cordero lechal al horno castellano para cuya elaboración Francisco Javier hizo construir en el asador un horno específico con adobe. De hecho, tuvieron que desplazarse desde Castilla para levantarlo, si bien el ladrillo refractario que se empleó es de procedencia gallega.

Tanto Meijide como Francisco Javier Martínez destacan que el precio medio de un menú durante las jornadas ronda los 19 euros, «algo asequible a todos los bolsillos». El propietario de El Caracol defiende que iniciativas como esta «estimulan la ilusión» en una época de crisis, al tiempo que contribuyen a que, «como españoles y gallegos, no se pierda la costumbre de salir los fines de semana». Las previsiones de los responsables de este asador ubicado en Covelo es crear una especie de circuito de jornadas gastronómicas, de tal modo que, a las del arroz, seguirán hasta diciembre otras de exaltación de las algas y de la ternera gallega, «sin despreciar nuestro lechazo en horno castellano o el cabrito gallego con denominación de origen de Ovica», la Asociación de criadores de ovino y caprino de Galicia. «La meta es sorprender a los clientes y animar un poco la tristeza que tenemos por la situación que se da en el país», matizó Francisco Javier. En este sentido, lamentó que este tipo de iniciativas apenas tengan tradición en las Rías Baixas, cuando en otros puntos del territorio nacional, caso de Burgos, sea algo habitual la celebración de jornadas, circunstancia por la que animó a otros empresarios del sector a que sigan su ejemplo y le imiten: «Hay que dinamizar el consumo. Que nos copien porque será mejor para todos».

Por cierto, lo del nombre del establecimiento tiene, también, su explicación. El nombre de El Caracol fue elegido por Blanca porque «la cocina tiene que ser lenta, segura y con buenas manos», indicó Francisco Javier. En cuanto a su ubicación en la bajada a la playa de Covelo, en el kilómetro 8,5 de la PO-308, los dueños del local resaltaron que, tras tener otros negocios durante nueve y doce años, valoraron la cercanía con Pontevedra y las vistas sobre la ría, así el hecho de que fuese un entorno que aún no estuviese masificado. «Tiene su encanto y, además, mucha gente no sabe donde está Covelo».