José Tomás fue a visitar al torilero José María Muñoz antes de abandonar Pontevedra

M. Escauriaza

PONTEVEDRA

04 ago 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El matador José Tomás además de mucho arte tiene sensibilidad. Ayer, antes de dejar la ciudad del Lérez, de cuya plaza salió a hombros el sábado tras cortar tres orejas, fue a visitar al Hospital Montecelo a José María Muñoz, el torilero que fue empitonado por Dengosillo, cuando, en contra de la normativa el astado iba a ser devuelto a toriles.

Muñoz se recupera favorablemente de la cornada, tras ser intervenido el mismo sábado en el citado hospital.

El buen sabor que dejó en la plaza el diestro de Galapagar, con el que se midió al mismo nivel el francés Sebastián Castella, se repitió ayer, pero solo con Enrique Ponce, que cortó dos orejas que muy bien pudieron ser tres, si no llega a ser por la incontrolada espontaneidad de una aficionada, que se llevó una monumental bronca del respetable, que parafraseando al Rey le espetó ese ya mítico «¡Por qué no te callas!».

El de Chiva demostró una vez más su arte y elegancia, se lució con el capote y también con la muleta. Mató bien a su primero, Palmero, y usó el descabello con Bilbaíno. Sus faenas arrancaron fuertes ovaciones y varios gritos de «¡Torero!».

Castella, que ofreció bonitos y arriesgados pases, recibió sentado en el estribo a Heredero, el más grande de la tarde, con 542 kilos. Violín le falló estrepitosamente. Tampoco tuvo suerte el Cid. Canastillo, el quinto de la tarde, se volteó sobre su media tonelada de naturaleza y el sevillano le cortó una oreja.