Herencia de cuerdas vocales

PONTEVEDRA

Su pasión por la música les llevó a la Coral Polifónica, una agrupación en la que coinciden también con otros padres e hijos

11 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Ellos se pasan, como decía la canción de Salomé, la vida cantando. Y su gusto por la música no solo reforzó su vínculo familiar, sino que también les unió en la Coral Polifónica de Pontevedra, donde coinciden desde hace once años (fue cuando entró Miriam, aunque José Raposeiras llevaba ya otros cuatro de experiencia).

«Siempre me gustó cantar -dice este último-, desde pequeño. Mi abuela me decía que tenía buena voz, aunque ahora creo que ya está un poco cascada. Y cantaba en casa, a todas horas, en algunas juergas, pero como diversión, no como algo profesional». En Magisterio estudió dos cursos de solfeo y flauta y nunca hasta entrar en la Polifónica había estado en un coro. Ahora lleva catorce años en la cuerda de tenores, además de haber ocupado varios cargos en la directiva y de haber obtenido las insignias de oro y plata de la entidad. «Cantar me relaja, me hace sentir feliz, aunque curiosamente cuando estoy triste también me da por cantar, me hace incluso centrarme más en las cosas», explica.

«A lo mejor -apunta Miriam-, lo que él no pudo hacer en el Conservatorio motivó que lo hiciera yo». Ella también comenzó su afición de niña, cuando a los seis años entró en el Conservatorio, donde estudió cursos de solfeo y preparatorio de piano antes de dejarlo. Pero el gusanillo quedó ahí, hasta que al llegar al instituto se apuntó al coro del Valle-Inclán. «Estábamos preparando una obra que armonizó José Verea, entonces el director de la Polifónica -cuenta la joven-. Y la coral también estaba preparando esa obra, titulada Un sospiro. Fue Verea quien me animó a hacer las pruebas, así que al año siguiente las hice, y entré».

La benjamina

Miriam es soprano y empezó con quince años siendo la benjamina de la agrupación -«la persona más joven estaba en la treintena»-, aunque en la actualidad la coral cuenta con más veinteañeros. También hay otros padres e hijos, sin ir más lejos, el director de la Polifónica, Manuel Fernández, y su hijo Javier, con el que precisamente Miriam (que también está en la directiva) se casará este verano. O Emilio y Verónica Couto, que es profesora del Conservatorio.

A ambos les fascina la música sacra, uno de los ejes del repertorio de la coral, aunque reconocen que es más fácil interpretar la popular gallega «y quizá es más alegre», como apunta Miriam. Pero sus gustos no se quedan en este campo, ni mucho menos. «Me gusta todo tipo de música -reconoce el padre-. Puedo estar relajado escuchando a Beethoven o Bach, pero me lo puedo pasar igual de bien con cantares gallegos, con madrigales o con los Beatles, incluso con Juan Pardo». «Y seguro que también disfruta si le pones bakalao», añade su hija. A ella le ocurre otro tanto de lo mismo, aunque su predilección fuera del coro está en el rock de Lenny Kravitz o Bon Jovi.

Pero los puntos en común de José y Miriam no acaban aquí. Comparten su afición por la investigación y en estos momentos ambos están realizando sus tesis en el departamento de Psicología Evolutiva y Comunicación de la Universidad de Vigo. La del primero trata sobre el uso del teléfono móvil en los jóvenes de enseñanza no universitaria -«los datos que tengo son increíbles»-, mientras que Miriam dedica su trabajo a los programas de televisión infantiles, desde Barrio Sésamo a la actualidad.

También escriben para publicaciones, él sobre educación y ella sobre comunicación y turismo, han coincidido como asistentes en varios congresos y ambos están en la directiva de la asociación Amigos de Terra de Montes. El colectivo lanzó hace un tiempo el libro A procura da nosa identidade. Terra de Montes, un conjunto de 48 artículos editado por la Diputación y que coordinó José, además de escribir algunos trabajos, mientras que su hija también participó con algunos artículos y en las labores de maquetación.

Pero volviendo a su primera afición, hay otro dato que les gusta destacar, y es que ambos proceden de la tierra del gaiteiro de Soutelo, Avelino Cachafeiro, el autor de la famosa Muiñeira de Chantada. Quizá por eso lleven la música tan dentro.