05 oct 2007 . Actualizado a las 02:00 h.
Serrabal, una palabra que hoy aparece ligada al debate político y económico gallego casi a diario, estuvo a punto de ser sólo Serra . El rico yacimiento de cuarzo, a cuya vera parece que pasará el AVE si las presiones, protestas o recursos no lo impiden, situado entre Vedra y Boqueixón, fue descubierto en 1968 por un empresario de Viladabade-Tordoia, y otro de Ardaña-Carballo. El primero, Andrés Señarís, ya fallecido. El segundo, Ramiro Rama Andrade, de 73 años. Los dos, a finales de los años sesenta, hombres de negocios de minas, exploraban montes a los que hincar el pico en busca de seixo de buena calidad.
En uno de sus viajes, observando la zona desde un cercano puente del tren (uno normal, nada que ver con el de alta velocidad), se fijaron en un montículo que les pareció interesante. Picaron algo. «Vimos que era seixo bo», recuerda Rama. Y denunciaron (reclamaron las cuadrículas mineras) del área zona y la pusieron a su nombre. Para entonces, en la sociedad estaba un tercer compañero, Faustino Balboa, de Rus. Fue el que le dio la tercera sílaba. Porque en el bautizo, a la mina le aportaron algo de cada uno. Se, de Señarís; Ra, de Rama, y Bal, de Balboa. Acababa de nacer Serrabal. Habría sido Serra sin el último socio.
Sin embargo, no llegaba el éxito de la explotación. Ni la intentaron, buscaron la reventa. Nadie la quería. «Non atopabamos comprador. Viaxamos a Madrid, a Barcelona, a Bilbao, a Cee... Nada», recuerda Rama. Hasta que en el 72 lo lograron. La compañía Arenas y Cuarzo, de As Xubias, se hizo con el monte. Les pagaron nueve millones de pesetas de la época, hoy una minucia; «daquela foi unha lotería, un alivio», cuenta Rama.