Aire para Mas, que busca capitalizar los dos millones de votos

Enrique Clemente Navarro
enrique clemente MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

Atlas

La gran mayoría de los ciudadanos, dos tercios, no acudieron a las urnas

10 nov 2014 . Actualizado a las 08:57 h.

Artur Mas logró que se celebrara la consulta con papeletas y urnas, aunque fuera un sucedáneo sin garantías. Anoche presentó como «un éxito total» que votaran más de dos millones de personas, algo más de un tercio del censo electoral. Le sirve para tomar aire, ganar tiempo y colocarse a la cabeza del proceso soberanista.

¿Cómo hay que valorar la participación?

Según la estimación de la Generalitat, votaron 2.250.000 ciudadanos, de los que un 80 % optaron por la independencia, en torno a 1,8 millones. Aunque no existía un censo oficial, se estima en 6,3 millones, por lo que la participación fue de en torno al 36 %. En las autonómicas del 2012 acudieron a las urnas más de 3,6 millones. Es decir, que ayer votaron 1,4 millones menos, pese a que podían hacerlo inmigrantes y jóvenes de 16 y 17 años. Los partidos soberanistas (CiU, ERC, ICV y CUP) lograron entonces algo más de 2,1 millones. En el referendo sobre el Estatuto del 2006 concurrieron poco menos del 50 %. Una gran mayoría de los ciudadanos, unos cuatro millones, decidieron quedarse en casa y no respaldar la vía soberanista. A pesar de que la Generalitat puso en marcha una gran campaña de propaganda para movilizar el voto, en el que no tuvieron cabida los contrarios a la consulta y la independencia.

¿Qué validez tiene la votación?

Jurídicamente, ninguna. No tenía las mínimas garantías democráticas y legales imprescindibles, ya que no habido censo previo, ni mesas constituidas por sorteo, sino por voluntarios independentistas, sin presencia de interventores de todos los partidos y con la clamorosa ausencia de un órgano de control electoral. Además, carecía de cobertura legal, ya que estaba suspendida por el Tribunal Constitucional.

¿Cómo afectará a Mas que se haya votado?

Jugando con su habitual ambigüedad calculada, al decir que no cometería ninguna ilegalidad pero que la consulta se celebraría, Mas ha logrado finalmente que los catalanes se expresen sobre la independencia, aunque sea sin cumplir los más elementales requisitos democráticos. Es decir, consumar su desafío al Estado. Cuando parecía muy tocado tras la suspensión, el pasado 19 de septiembre, por el Tribunal Constitucional, de lo que era un referendo de autodeterminación encubierto, que llevó al bloque soberanista al borde de la ruptura, logró recomponer hábilmente la situación sacándose el as en la manga del proceso de participación, que mantenía las mismas preguntas. «Hay que engañar al Estado», les dijo sin ambages a sus socios. El sucedáneo de consulta le permite presentarse como ganador del pulso al Gobierno, ganar tiempo y tomar el mando de las fuerzas soberanistas en el proceso.

¿Qué ha hecho el Gobierno?

Puesto entre la espada y la pared por el órdago de Mas, obligado a elegir entre impedir por la fuerza la seudoconsulta o tolerarla, ha optado por lo segundo, evitando forzar la maquinaria para impedir la votación. No quería que la imagen de los ciudadanos, tratando de votar mientras la policía lo impedía y se llevaba las urnas, diera la vuelta al mundo y dañara su imagen. Tras la votación, el Gobierno reaccionó con dureza y rebajó el 9-N a un acto de propaganda inútil y estéril para tapar el fracaso de Mas por no haber celebrado el referendo de autodeterminación. La Fiscalía actuó en las horas previas pidiendo que se identificara a los responsables del 9-N, pero no fue más allá. Ahora Mas podría hacer frente a los delitos de desobediencia, prevaricación y malversación.

¿Habrá negociación con posibilidad de acuerdo?

Tanto Mas como Rajoy han mostrado su disposición a negociar. Pero ambos parten de posiciones que parecen irreconciliables. El presidente catalán, que ahora se siente más fuerte, dejó ayer claro lo que pretende: un auténtico referendo de autodeterminación, con todas las garantías y, a ser posible, acordado con el Estado, algo que Rajoy rechaza. Este le ha emplazado a recuperar la cordura para comenzar a hablar, pero dentro de la ley, advirtiendo de que mientras sea presidente nadie romperá la unidad de España. La solución de la tercera vía, que supondría reformar la Constitución para dar un nuevo encaje a Cataluña, ni satisface a Mas ni convence al presidente del Gobierno, ya que cree que no sería la solución del problema. Por tanto, las posibilidades de acuerdo son mínimas.

¿Qué hará ahora Mas?

Dando por hecho que no habrá pacto, Mas se sitúa en mucho mejores condiciones de marcar los tiempos para convocar cuando le convenga las elecciones plebiscitarias en las que aspira a recoger los réditos de haber logrado que los catalanes votaran. Puede esperar capitalizar lo que ve como éxito y resistir la exigencia de Junqueras para que las convoque de inmediato. Aspira a encabezar una lista unitaria independentista, con lo que podría mantener el poder.