La carta ha ido evolucionando, pero sigue teniendo algunos clásicos y otras incorporaciones atractivas que están teniendo buena aceptación entre la cliente local y los turistas. Aquí van algunos ejemplos: bacalao marinado con huevo y pimentón (17,50 euros); espárragos blancos con crema de parmesano (14,90); chuletón de tomate rosa y ventresca de bonito (11,50); ensalada de miga de perdiz escabechada (12,50); pulpo a la plancha con alioli de manzana reineta (17,50); arroz meloso con langostinos (13,90) o uno de los platos más demandados, los raviolis de calabacín rellenos de pato y foie (14,50).
Enamorada de la calle
Miguel reconoce que no llegó a conocer los anteriores negocios. Cuando dieron con el bajo, apenas se encontraron la estructura de la barra y algún mueble encastrado y poco útil que acabaron rehabilitando ellos mismos. Ahora es un espacio con más luz y abierto a una rúa que tiene «enamorada» a Sesé. Por todo. Por la cantidad de compostelanos que la transitan. Por los turistas que la callejean. Por los vecinos, que se fueron presentando todos. Y por el resto de los negocios, eminentemente hosteleros pero que más que competir han generado una atmósfera y un dinamismo muy particular, con el carácter que imprimen veteranos como el café Rey, la taberna Os sobriños do pai, el Bar Tolo o el pub Atlántico (en rigor, ya en San Miguel); o la modernidad de la tasca Entreportas o A Tuna (Comida da rúa). Una oferta a la que se suma una pensión muy bien montada y uno de los hotelitos más curiosos de la cadena compostelana Carrís, el Casa de la Troya. A unos pasos queda el bullicio de Cervantes y la Acibechería, pero en ese tramo con aires de callejón que aparentemente no lleva a ningún sitio hay de todo, menos buena cobertura telefónica, lo cual no deja de contribuir a su encanto y aislamiento.