Un ourensano tras pasar por la uci: «Debemos cuidarnos entre todos para ayudarles. Lo están pasando mal»

Pablo Varela Varela
pablo varela OURENSE / LA VOZ

XINZO DE LIMIA

Santi M. Amil

«Creo que la hostelería no tiene la culpa», defiende

30 ene 2021 . Actualizado a las 18:26 h.

José Isaac Álvarez, vecino de Xinzo de Limia de 60 años, camina ahora por el amplio salón de su casa para que su cuerpo recupere sensaciones tras haber estado a merced del covid-19. Estuvo 15 días ingresado en el CHUO, la mitad de ellos en la uci, y aún sigue dándole vueltas a cómo y dónde se infectó. «Nadie, de mis contactos cercanos del día a día, lo cogió. Por suerte, todos se libraron», dice.

Todo comenzó el 9 de enero. José Isaac regenta A Taberna da Trocha, un conocido establecimiento en la capital de A Limia. «Somos de los entroideiros más grandes del pueblo», cuenta riendo. Pero ese día 9, algo se apagó en él. Comenzó a notar cansancio y 48 horas después comenzaron los picos de fiebre. «Mi médico de cabecera mandó una ambulancia y me llevaron a las urgencias del CHUO», recuerda. Sufrió una neumonía que tuvo efectos colaterales en su hígado y los riñones, y acabó en la unidad de críticos. «Fui fumador toda la vida, hasta que lo dejé, hace un par de años. Yo creo que fue eso lo que me libró», dice. Y tras pensarlo unos segundos, agrega: «Es como si lo hubiese visto venir y me dijese: “Casi lo abandono ahora por si acaso”».

La comarca de A Limia, golpeada con dureza por el coronavirus tras la Navidad, trata de reponerse poco a poco del impacto de la tercera ola. Los encuentros sociales y reuniones familiares impulsaron la curva en municipios como Xinzo, núcleo de actividad laboral y comercial en la zona, pero también en pequeños concellos que ni siquiera llegan al millar de habitantes. De Xinzo hacia fuera, y también al revés, el coronavirus encontró huéspedes una y otra vez, como José Isaac. «Habíamos salido bien del verano. Pero lo que no entendía era cómo llegamos a este extremo ahora. Creo que la hostelería no tiene culpa. Hicimos todo lo posible para que se respetasen las restricciones. Pero en la calle no podemos mandar, y en algunos locales o pisos particulares que se alquilan para fiestas, tampoco», argumenta.

Al regresar a su casa este martes por la tarde, el primer pensamiento que pasó por su cabeza fue el de qué suerte había tenido. Nunca llegó a obsesionarse con un mal desenlace. No arrojó la toalla, ni siquiera cuando estaba en la zona de críticos, y ahí se encontró el apoyo del personal sanitario de la uci de covid-19 del CHUO. Cuando ingresó, José Isaac preguntó a una doctora: «Pero de esta saldré, ¿no?». Y ella le contestó: «A esto vamos». Cada día que iba avanzando en su lucha contra el virus, él recuerda que uno de los facultativos que lo atendía pasaba junto a su puerta levantando el dedo pulgar. «Con cada poquito que lográbamos, esa era la señal de que íbamos hacia adelante», dice. Y lo consiguió el pasado día 19, cuando salió en dirección a las habitaciones de hospitalizados en planta.

«Las atenciones y cuidados fueron excepcionales en todos los aspectos. Nunca había estado ingresado, y quedé apabullado del buen trato y cariño que me dieron, viendo como están de agobiados», advierte. En la uci, para José Isaac no pasó desapercibido que entre el personal sanitario hay quien mantiene la quinta marcha por pura inercia, pero con su equilibrio emocional pendiendo de un hilo. «Vi mucho sentimiento de humanidad allí dentro. Y lo están pasando mal. Debemos cuidarnos entre todos para ayudarles a ellos. Si no, es imposible sostener esto», avisa.