«Prendín para quentar chourizos e o lume saíu escopeteado», alega un acusado de un incendio forestal

Marta Vázquez Fernández
m. Vázquez OURENSE / LA VOZ

XINZO DE LIMIA

Miguel Villar

La fiscala cree que los hechos no fueron un descuido, sino algo intencionado, y pide 5,6 años de cárcel

29 mar 2019 . Actualizado a las 00:44 h.

En un fin de semana en el que el monte ardía en toda Galicia, la temperatura superaba los 26 grados y las ráfagas de viento rondaban los 20 kilómetros por hora, no vio el riesgo que podía suponer hacer una hoguera en el monte. Es lo que ayer alegó ante la Audiencia Provincial de Ourense Miguel Ángel M. N., quien atribuyó a una «imprudencia» el fuego que él mismo inició a mediodía del 15 de octubre del 2017 en una finca de su mujer, situada en la localidad ourensana de Os Blancos.

Aquel gesto podría suponerle al acusado, funcionario de Justicia con destino en Vigo y destacado ecologista en la comarca de Xinzo de Limia, una condena de cinco años y medio de prisión. Es lo que solicita para él la fiscala ourensana de medio ambiente, que considera que su conducta fue «dolosa e intencionada», ya que el acusado «puso en riesgo la vida de las personas», al plantar el fuego -que tras la rápida intervención de vecinos y medios de extinción afectó a 1,20 hectáreas- en una finca situada a 250 metros de una granja y a 300 de un núcleo de población.

«Era un outono normal», aseguró el acusado ante el tribunal, explicando que la mañana de los hechos salió con su perro a pasear, admitiendo no ser consciente de que el riesgo de incendios era extremo. Con unas tijeras de podar y una azada, estuvo limpiando la maleza de la finca, hasta que pensó en comer algo. Ya lo había hecho antes y «nunca pasara nada», así que se dispuso a «facer un pouco de lume para quentar uns chourizos». Enseguida hubo consecuencias. «O lume saíu escopeteado; tentei apagalo cos pés e logo cunha xesta, pero entrou nun xestal e xa non o puiden parar», dijo el acusado. Intentó llamar a emergencias, pero no encontró su teléfono móvil, por lo que se fue al coche, pero tampoco tenía las llaves, así que se quedó allí hasta que enseguida llegó un vecino, que sí llamó al 085 y, además, notando una actitud algo rara en el acusado, tomó nota de la matrícula de su coche y avisó a la Guardia Civil.

Gracias a la intervención de este lugareño, militar de profesión, los servicios de emergencia llegaron poco después al lugar del incendio, primero un vehículo motobomba y luego algunos más, ya que en la zona había otros incendios en ese momento, como también un pariente suyo, que cogió el tractor para hacer un cortafuegos. Tras el incendio, que quedó sofocado a las seis de la tarde, los agentes de la Guardia Civil inspeccionaron el lugar. No hallaron restos de nada que justificara la versión del sospechoso, explicaron a la sala, afirmando también que las condiciones climáticas y del terreno «eran las peores» y que el inicio del incendio lo atribuían a la interacción de una fuente directa de calor. «Un mecherazo», dijo uno de ellos.

Seis días después sí aparecieron allí un móvil y unas llaves de coche quemadas. Una agente del instituto armado aseguró que esos objetos habían sido «colocados» y que no habían ardido en el incendio. Esta afirmación dio pie a la fiscala para asegurar que se había manipulado la escena, lo que incidiría en la culpabilidad del acusado.

Sin embargo, la defensa atribuyó este hallazgo a que los agentes «inspeccionaron lo que les interesaba» y dijo que la versión de su cliente era «la más creíble». Calificó de «absurdo» que quisiera quemar una finca que era «su propiedad más preciada» y pidió su absolución, aludiendo a los problemas psiquiátricos que padece y a que reparó el daño pagando los gastos del incendio. «Non son un incendiario», dijo el acusado en su derecho a la última palabra.