La abuela de A Limia camina casi un kilómetro al día y no perdona unas gotas

sindo martínez XINZO / LA VOZ

XINZO DE LIMIA

Álvaro Vaquero

28 jun 2017 . Actualizado a las 04:00 h.

Tras más de una centuria de vida, iniciada un ya lejano 27 de junio de 1912 en la aldea de Damil, en Xinzo, la abuela de A Limia, Elvira Tombo García, sopló ayer de nuevo las velas para conmemorar su aniversario. Fue la jornada en la que sus familiares y allegados la felicitaron por sus 105 espléndidas primaveras. Tombo mantiene un estado de salud envidiable para su edad, conserva intacta la memoria y el buen humor y todos los días sale a dar un pequeño paseo por las inmediaciones de la casa familiar. Su único problema reseñable es una acusada pérdida de oído, acentuada en los últimos meses. Como la edad no está reñida con un punto de coquetería, doña Elvira no perdona su acicalado de uñas todos los meses. Ayer tocaba una nueva sesión de manicura con una de sus nietas, que regenta un negocio de estética en el casco viejo antelano. Fue el prólogo a una jornada de fiesta. Elvira Tombo nunca tuvo problemas para manejarse en la vida. No dejó de vivir en la comarca en la que nació. Casada a los 16 años, tuvo cuatro hijos y ahora puede presumir de una larga estirpe, entre la que ya hay cuatro tataranietos.

Uno de los secretos de su longevidad radica en su estricta rutina diaria. Sale a caminar un poco desde primera hora de la mañana, sobre todo cuando llega el buen tiempo. «Nunca tiven problemas en camiñar», asegura. Y añade: «Cánsome ás veces». Y eso que en los últimos tiempos, ya apoyada en un bastón -una de sus piernas comienza a flaquear- ya no puede recorrer como antaño el kilómetro que hay entre su casa y la iglesia parroquial, a donde acude a diario. Esa rutina incluye también una dieta equilibrada, aliñada con un vasito de vino en el almuerzo y unas gotas de licor de hierbas con el café. La cena, como mandan los cánones, muy frugal, para poder descansar por la noche. La limiana no ha conocido en su prolongada existencia lo que es estar ingresada en el hospital. «Tuvieron que hacerle una pequeña intervención de cataratas hace algún tiempo pero nunca pasó la noche en un centro hospitalario», aclara uno de sus hijos. Su constitución enjuta y fibrosa la ha librado de colesteroles y triglicéridos en su largo siglo de vida. Su insólita lucidez la lleva a coger algún que otro berrinche ocasional cuando alguien le pregunta si se acuerda o reconoce a tal o cual vecino. «Por suposto que me recordo», replica enfadada.  Ayer, y antes de la comida familiar del domingo que marcará la celebración oficial, los allegados y la centenaria acudieron a catar el pulpo a la feria quincenal de Xinzo. Carpe diem.