«Nos han ayudado mucho, y después de seis años, nos quedamos aquí»
VILARIÑO DE CONSO
Susana Mato llegó a Vilariño de Conso atraída por una campaña de alquileres baratas, y es de las pocas que quedan
01 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Susana Mato llegó hace seis años Vilariño de Conso atraída por una campaña de alquileres baratos que había puesto en marcha la asociación O Xolo para tratar de frenar que el colegio se convirtiera en una unitaria por la falta de alumnos. La campaña funcionó y llegaron once familias, así que el centro escolar inició el curso con 33 alumnos. Pero el tiempo ha pasado, y solamente ella y otra mujer optaron por quedarse, el resto de familias se fueron, con sus hijos. Los que se quedaron fueron creciendo, y algunos ya han dado el salto al instituto, así que cinco años después, en Vilariño vuelven a estar pendientes del futuro del colegio, a la espera de matriculaciones de última hora en los próximos días.
Susana llegó a Vilariño con sus cuatro hijos (dos ya dieron el salto al instituto y los otros dos los cambió al colegio de Viana) después de dos años malísimos en Silleda, según ella misma contaba en La Voz a principios de 2013. Decía entonces que estaba convencida que su elección había sido buena. Hablaba cuando llevaba apenas unos meses viviendo en la montaña. Más de cinco años después de aquellas declaraciones. «No puedo más que dar gracias, porque trabajo en el ayuntamiento de Vilariño de Conso en el servicio de ayuda a domicilio», destaca Mato. «El trabajo no me ha faltado, me han tratado muy bien y son muy considerados conmigo», resalta. Incluso se mudó, a Sotogrande, «y del resto, maravillosamente; estoy muy contenta». Y añade: «Nunca he dudado, si no fuera por el ayuntamiento no tendría vida porque es muy duro llevar cuatro niños sola». Así que lo tiene claro, se quedan. «Tendría que pasar algo muy gordo. Nos han ayudado mucho, y después de seis años, nos quedamos aquí», dice.
Amigos de Galicia dona un sistema de monitorización de glucosa al pequeño de la familia
Susana Mato estaba ayer muy contenta. Recibía un sistema de monitorización de glucosa para su hijo pequeño, Justin, que con siete años el pasado mes de marzo fue diagnosticado con diabetes tipo 1. La enfermedad obliga a su madre a pincharlo constantemente para medirle la glucosa y ver que todo está bien. Eso supone al pequeño sufrir un montón de pinchazos al día, y a la madre a no poder descansar para seguir los controles nocturnos. Con el nuevo aparato, el sistema recogerá los datos cada cinco minutos y sonará una alarma si los niveles están por encima o por debajo de lo recomendable para el pequeño.
El aparato cuesta casi 900 euros, una cantidad inasumible para Mato. Lo compró Amigos de Galicia, utilizando el dinero sobrante de los tapones recogidos en la campaña para comprar unos audífonos para un niño ourensano llamado Edgar. La fundación también aporta alimentos a la familia.