11 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Ocurrió en Verín. Un chico de 13 años le dio supuestamente una paliza a su madre, la cual necesitó ser operada de urgencia debido a la gravedad de las heridas ocasionadas por el muchacho. No se trata de un hecho aislado, pues las agresiones de menores en el entorno familiar aumentan alarmantemente. Obviamente no podemos pretender que la Fiscalía solucione este tipo de problemas. La reprimenda que le caerá al menor, por su condición de tal, será meramente testimonial. ¿Quién tiene la culpa que hechos como estos acontezcan en nuestra sociedad? No caigamos en el error de echársela a los educadores, a Internet o al lucero del alba. La culpa es de unos padres, casos puntuales aparte, que pocas veces han sabido decir hasta aquí hemos llegado, y que optan por la permisividad llevada a límites insospechados con el fin de que sus retoños no les den la murga.

Un padre nunca debe ejercer de colega ni ser el mejor amigo de su hijo. A estos ya los elegirá su vástago. Es mucho más que eso. Un padre es quien con grandes dosis de cariño, y no menos de disciplina bien entendida, tiene la obligación de encarrilar a su hijo en el cada día más complicado proyecto de ser un ciudadano feliz y provechoso para la sociedad. Esta es la teoría. La práctica resultará más complicada, pero vale la pena intentarlo.