Tres días después de que se localizasen los cadáveres de sus padres, muertos a tiros, el juez decidía enviarlo al hospital tras declarar en relación a cargos de amenazas por un hecho anterior
28 abr 2019 . Actualizado a las 08:00 h.El 28 de abril de hace una década ingresaba en la Unidad de Psiquiatría del Complexo Hospitalario de Ourense José Miguel Martínez Campos, hijo del matrimonio que tres días antes había sido asesinado en Taboadela. Lo hacía tras prestar declaración ante el juez por los cargos que se le imputaban por unos hechos anteriores al crimen: había sido detenido por amordazar y amenazar a un compañero apenas unos días antes y se le relacionaba con otro suceso en el que otra persona había recibido varios tiros de madrugada. Por lo que se refiere a sus padres, sus cadáveres habían sido localizados en distintas partes de su casa. Él había recibido un disparo y ella dos. La investigación se centraba en el entorno familiar y, de hecho, seis meses después el propio hijo del matrimonio era detenido y enviado a prisión preventiva como presunto autor de parricidio. La mujer que le había dado la coartada para aquel 25 de abril se retractó y eso motivó el ingreso en prisión del joven. En su momento, la Audiencia desestimó que hubiese indicios suficientes para llevarlo a juicio. El crimen quedó impune.