Un modelo doméstico y terapéutico en el rural

SARREAUS

Encarna Enríquez, con su cuidadora Maria, en la puerta de la vivienda comunitaria de Lodoselo
Encarna Enríquez, con su cuidadora Maria, en la puerta de la vivienda comunitaria de Lodoselo Santi M. Amil

24 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La calurosa tarde del mes de mayo hace que luzca el verde primaveral de A Limia. En Lodoselo (Sarreaus), un grupo de mayores disfrutan del buen día en el porche de la vivienda comunitaria «A túa outra casa», que el Centro de Desenvolvemento Rural O Viso abrió en 2002. Su filosofía es dar una forma de alojamiento alternativo que busca que los mayores no se desvinculen de su entorno, intentando que se sientan como en su casa de la aldea, con un ambiente familiar, y no desubicados en una macro residencia.

Como para todos los centros de mayores, el confinamiento de los doce residentes de esta casa empezó antes y todavía sigue. Aún no pueden salir a las actividades terapéuticas o sociales que antes practicaban ni recibir visitas, pero se han mantenido a salvo del virus. La gran mayoría de los doce residentes son de pueblos de la contorna, como Encarnación Enríquez, que es de la parroquia de Cortegada de Sarreaus. Invita a adivinar cuántos años tiene. «O 27 de outubro farei cen anos», descubre. Hasta hace poco le gustaba coser alpargatas y sombreros, hacer tapetes ganchillo y bordar, aunque ahora la artrosis en las manos no le deja. Le quedan seis nietos -cinco mujeres- que la adoran y la llaman a menudo desde otras provincias. «Están desexando de vir, chaman e mandan vídeos; espero que se normalice todo, non quero metelos en compromisos. Tiña medo a morrer e que non me puideran vir a ver a miña xente, que os quero moito», revela.

Encarna cuenta que le gusta vivir en esta casa. La gente del pueblo se fue marchando, tuvo una señora que le ayudó, pero después «por no quedar sola» aceptó irse a una residencia. La de Xinzo le pareció «mucho jaleo». «Entereime disto e admitíronme», cuenta, pizpireta.

«Esta casa é moi terapéutica, procuramos que estean como na súa propia casa. Antes do coronavirus ían ao centro, tiñan fisio, psicólogo e interactuaban coa xente», detalla María, la auxiliar. Eso se cortó con las medidas frente al covid-19, incluso antes del cierre oficial.

«A vida normal deles antes do coronavirus era vir ao centro para actividades de estimulación e rehabilitación. O día estaba moi ocupado con actividades significativas», explica la terapeuta ocupacional, Helena Blanco, en un comedor social vacío desde hace dos meses y medio y que era un lugar de encuentro y de acompañamiento. Helena se preocupa por cómo estarán los usuarios: «Este illamento fai que moitos problemas superados volvan ou aparezan outros, polo sedentarismo ou por patoloxías dexenerativas. O seguimento telefónico non se pode comparar coa presenza e o contacto físico. Diante de xente con demencias é un hándicap o uso de mascariñas porque dificultan a comunicación non verbal. Aquí había o sentimento de pertenza a un grupo», comenta sobre el centro de inclusión, en otro inmueble de Lodoselo.

En la vivienda son conscientes de lo que pasa, conviene María. Encarna sabe que tendrá que esperar para ver a sus nietas, Julio para sus paseos y cafés en Sarreaus o José, para salir hasta su casa en el mismo Lodoselo.